Un día corriente · 18 de noviembre de 2015

    Aferrados a la esperanza
    de que el fuego no queme y el agua no ahogue
    en pleno incendio, y a punto de la riada.
    Pero esto es peor y más común:
    aferrados al mal menor
    de que el fuego no queme en exceso
    y el agua no ahogue en exceso.
    Sus sacerdotes les han dicho que es posible.
    Sólo hay que moralizar la naturaleza.

    Hasta un perro sabe lo que se debe hacer,
    y los que son como perros, los excluidos, los olvidados
    lo intentan:
    Huyen. Se topan con el muro de la esperanza.
    Se organizan. Los llaman herejes
    por poner en duda a los sacerdotes
    justo ahora, cuando todo va a cambiar.
    El fuego y el agua se van cobrando sus víctimas.
    Sólo es un día corriente, de alienación corriente.



    Madrid, noviembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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