Persona · 11 de diciembre de 2015

    No es la primera vez, no es la segunda vez,
    no es la tercera vez, no es la cuarta vez,
    no es la quinta vez, no es la sexta vez,
    es una misma, dura, reiterada vez.

    Aún ardía —dicen— cuando llegamos,
    una bola de fuego de donde surgió un grito:
    que me dejen en paz, que no me ayude nadie,
    ya que nadie me ha ayudado nunca.

    Fue anoche en el Eixample, frente al 158 de la calle Aragó.
    «Vimos llamas y unos brazos —dicen—
    y entonces nos dimos cuenta de que era una persona».
    Una misma, dura, reiterada persona.


    Madrid, diciembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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