Sensibles · 14 de marzo de 2018

    Llora que te llora el sensible o la sensible (no seamos patriarcales)
    porque la prensa estuvo llora que te llora mientras duró la carnaza,
    qué indignación, habrase visto
    y después silencio
    o más llora que te llora si los medios se enganchan a otro llora que te llora
    porque todas las lágrimas de los sensibles y las sensibles (no seamos machistas)
    son lágrimas del índice de audiencia,
    lágrimas de espectáculo,
    lágrimas de atención,
    lágrimas inexistentes (casos personales aparte)
    en ausencia de focos, cámaras, reportajes, columnas.

    Claro que sí; a veces hay intenciones urgentes,
    empeorar un Código Penal, recuperar la pena de muerte, crear horda,
    cosas del profeta Pedro Grullo, de quien Quevedo hizo perogrullada
    en tiempos menos dados a sensibles y sensibles (o sea),
    pero el objetivo de fondo es la emoción.

    Cuando la máquina haya triunfado completamente,
    cuando todas las piezas del mecanismo se crean independientes del mecanismo
    y lloren desde toda su individualidad hecha de emociones puras
    que coinciden en tiempo e intensidad con las necesidades del poder
    porque la magia existe y se dan casualidades,
    cuando las emociones queden circunscritas al dolor de muelas y el corazón de los medios,
    cuando ni una emoción escape al corazón de los medios,
    cuando la trampa quede al desnudo (no pornográfico, claro que no)
    los hombres y mujeres de hoy podrán ver la verdad más fácil:
    que la sensiblería es la puerta trasera del fascismo,
    pero oh, vaya, ya estarán muertos.


    Madrid, marzo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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