El mejor del mundo · 15 de septiembre de 2015

Sol, Línea 1, andén dirección Bilbao. Nada más llegar, miro el luminoso y veo: cinco minutos. ¿Sólo cinco? Hoy es mi día de suerte. Acostumbrado a los quince, veinte o veinticinco de la noche y a los siete u ocho de la tarde más avanzada, cinco son toda una bicoca. Y camino lento hasta el fondo, «con el tumbao que etcétera». Y hago quince metros en dos minutos. Y me meto una mano en el bolsillo. Y me pongo en posición de descansen. Y entonces aparece una chica, bastante gruesa ella, que va empujando una silla donde va sentado un chico, gigantescamente gordo. Y la chica me pregunta, con acento eslavo: «¿Sabes dónde está el ascensor?».

No hay ningún ascensor en Sol, Línea 1, andén dirección Bilbao. El cabrón del ascensor está en Sol, Línea 1, andén dirección Vallecas. Y así se lo digo, y ella replica: «Pero el cartel...». Ah, el cartel. Justo encima, hay un cartel azul y blanco de los que anuncian accesos específicos para gente en silla de ruedas. Pero no hay ascensor. Ni rampa. Hay un montón de escalones que da a otro montón de escalones. Y yo sugiero: «Llama a los empleados, a ver si te ayudan». Y la chica pulsa el botón que está para esas cosas. Y, mientras lo pulsa, aparecen dos chicas más que, en su inocencia, le habían recomendado que fuera hacia el cartel. Y, al ver el percal, se indignan. Y luego aparece un jubilado y dice que se jodan, que sólo tienen que subirse otra vez al metro, hacerse un GranVía-Tribunal-Bilbao-Iglesia-RíosRosas-CuatroCaminos, bajarse en Cuatro Caminos, montar en el ascensor, cambiar al otro andén, subirse a otro metro y volver hasta Sol, Línea 1, andén dirección Vallecas. El tipo lo dice como si fuera la leche, y como las chicas alegan que no es ni lógico ni medio normal, añade ya enfadado que bastante tenemos con lo que tenemos porque, vivaspaña, «el Metro de Madrid es el mejor del mundo».

Esta especie de libro disfrazado de blog llega hoy a su texto número 1000. No se dejen engañar por las apariencias; excepción hecha de algún conato periodístico, todas las historias que les he contado son literatura, y todas son también verdad. A efectos prácticos, empezó con un cuento de madrileño por Cádiz, y luego se echó la manta al hombro y tiró millas hasta llegar aquí, ya en la estación de Bilbao, con una fuga de agua que cruza el andén y se monta un Iguazú sobre una docena de cables. Lleva dos semanas chorreando. Y la acera de encima se hunde poco a poco. Y todo se cae de viejo. Y seguro que hay otro cartel que no da a ningún ascensor. Y la pobre chica seguirá donde estaba, esperando que un botón responda.


Madrid, septiembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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