Caserón · 13 de mayo de 2013

Estoy en Duque de Alba, desayunando; justo enfrente del Palacio de la Duquesa de Sueca, antigua Casa de las Temporalidades, cuando alcanzo el periódico de la barra y leo que el Ayuntamiento lo va a demoler. Del XVIII al XXI y ya está, tres siglos fuera «en un plazo máximo de cinco días» y tras quince años de política escondida en el abandono, porque los edificios como éste no se caen de abandono, sino de intención.

A principios de mayo, un grupo de viejos daba vueltas a la estatua de Carlos III como tantas otras veces, pidiendo memoria y justicia, con sus banderas republicanas. A poca distancia, en la Canalejas que algunos llaman Sevilla por la estación del Metro, había terminado una manifestación a favor de la educación pública. La inmensa mayoría de los manifestantes que subían a Sol pasaban ante los viejos como si no estuvieran allí. Más o menos, como quien pasaba ante este caserón sin reconocerlo palacio, ajeno a la historia de la ciudad y con un concepto de la belleza y de la política que consiste en grandes tartas neoclásicas o camisetas reivindicativas de colores.

Yo no cuento mis vidas por los años; las cuento por las personas que me han marcado y las casas donde he vivido. Muchas de esas personas están ligadas de una u otra forma a la lucha que simbolizan esos viejos; y tres de esas casas, por camino y cercanía, al edificio que van a derribar. Dicen que, si queda algo en pie, intentarán rehabilitarlo. Cuando termino el desayuno, ya no sé a qué se refieren.

Madrid, mayo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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