Mi gente · 2 de abril de 2015

Aún no soy más alto que la barra de la cafetería. Y allí están ellos, altos como yo ahora; y ellas, magníficas. Yo acabo de llegar; jugaba en la calle y me ha entrado sed, así que me han ofrecido un refresco. Estaré poco. Me llama la luz de la mañana, que nos ha llevado de Vallecas a San Blas por una carretera que ya no existe. Otras veces será en otros sitios: Vicálvaro, Toledo, una piscina pública de las afueras de Madrid, un hotelucho de la playa. Y yo los miraré un rato y escucharé sus conversaciones.

Hoy no los veo desde aquella altura, pero sí con la misma luz.

Cuando vuelvo a la calle, he vaciado el vaso tan íntegra y rápidamente que el hielo parece recién salido de la nevera, sin una sola gota de su breve inundación. Sé que ellos estarán allí en cualquier caso, aunque ya no estén. No necesito tirar de memoria. A veces, su voz pronuncia mis propios pensamientos.


Madrid, abril.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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