Como el betún · 8 de abril de 2015

—Y el tío va y me ofrece dos mil euros. Dos mil putos euros por todo el libro, como si fuera un alumno.
—No, esos gilipollas lo harían gratis.
—Sí, ya, pero escucha. Yo le digo tres mil quinientos, para que no desconfíe. Sabe que ando mal de pasta, pero le habría extrañado si digo dos.
—Y lo acepta.
—A la primera, oye. Así que le saco tres mil quinientos, me cojo las obras que ya sabes y, luego, lo de siempre... un párrafo fuera, uno dentro, cambio de estilo y hasta trescientas y pico páginas.
—Qué paliza...
—¿Con ensayo? Bah, lo tuyo es más cabrón... Las novelas tienen lectores.
—¿Y qué?
—Que pueden fijarse...
—Nah... Ahora copias Rojo y negro, cambias unos cuantos nombres y cuela de ópera prima de algún producto como la del vestidito azul.
—La que parecía una modelo...
—Exacto, pero sigue.
—Pues se la mando quince días antes de lo previsto...
—Toma Lauda...
—Quince días. Y, en lugar de alegrarse, me regatea porque dice que no me ha costado.
—La madre que lo parió.
—La que yo le menté, aunque estaba muerta de risa. Bibliografía falsa, citas falsas, fechas imposibles... le metí todo el lote y un poco más, incluidas varias líneas del Guzmán de Alfarache que puse en boca de Max Estrella.
—¡Viva el esperpento!
—¿Quién iba a pensar que lo premiarían?
—¿Quién no...?
—A veces me sorprende que sean tan burros.
—Sorprendente sería que no lo fueran.
—Menudo país...
—Grises ellos/ y nosotros, negros.
—Como el betún, milord.



Madrid, abril.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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