Y el tiempo pasa · 13 de junio de 2015

En la despedida de un Gobierno, la policía desaloja un centro ocupado y la gente ocupa otro. Es Malasaña, que parece Tirso: antidisturbios, calles cortadas, el helicóptero, furgones, coches patrulla, identificaciones, etc. Muchos de los que no pueden estar, apoyan desde la Red y muchos de los que no pueden o quieren estar hablan y hablan y hablan de las barbaridades, perogrulladas y chismes de los medios, que siempre los tienen bailando. Parece que un rey le quitó un título a su hermana. Mira tú.

De vuelta en casa, suelto que sólo me interesa una cosa de los borbones: su abdicación. Faltan menos de sesenta minutos para que la policía se retire, así que son algo más de las doce, la hora de las brujas. Cayó un jueves y llegó un viernes, empantanado en lo que iba a pasar el sábado, día de juego nuevo en la política. Obsérvese que he dicho «juego nuevo», sólo eso. Habrá quien crezca con él, habrá quien se queme con él, habrá quien se beneficie de él y habrá quien equis. Pero la novedad no está en su programa, que —excepciones aparte— es estrictamente socialdemócrata, sino en la dirección que apunta y, sobre todo, en que un sector de su base va a seguir en esa dirección aunque luego le digan lo de ups, es decir, donde dije digo, digo Jacob.

Hoy es sábado, como cantaba Vinicius de Moraes. Tiene fiestas estilo Las Vistillas, y convocatorias de mayor importancia y urgencia en Puente de Vallecas y Sants. Sé que esta mañana hubo compañeros que se manifestaron en Belfast en solidaridad con las víctimas de la Operación Piñata, y sé de compañeros que estarán agotados de contar lo que nadie más cuenta, los juicios contra independentistas vascos en el antiguo Tribunal de Orden Público. Jueves, viernes, sábado: veinticuatro por tres, setenta y dos horas. Y el tiempo pasa, no lo olvidéis.


Madrid, junio.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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