Calculando el futuro · 24 de abril de 2016

El futuro siempre está aquí; lo cual no significa que esté delante de nuestras narices, y menos en países como España, que —con excepción de la II República— lleva más de dos siglos en el furgón de cola de la cultura y la ciencia. Accidentes catastróficos aparte (Los Rodeos, Los Alfaques, Barajas), sólo seríamos vanguardia de intoxicaciones masivas (aceite de colza) y fútbol multimillonario si al pueblo no le diera de vez en cuando por romper el guión. Pese a todos los defectos que se le quieran buscar, el 15M se adelantó masivamente a la revuelta que ahora cala en otros países de nuestro entorno. Y el mundo no ha vuelto a ver un movimiento de desobediencia civil como el que protagonizamos insumisos y objetores.

En lo demás, España es un simple conductor de procesos externos; es decir, es como la inmensa mayoría, desde Uganda a México. Pero no ocupa cualquier lugar, sino una península extraordinariamente céntrica; y no tiene una economía pequeña, sino una mediana capaz de albergar un buen trozo de la especulación mundial (ladrillo) o de llevarse el capitalismo actual por delante si se llegara a caer. Gracias a eso, estamos entre los primeros receptores de inventos internacionales. Cuando los amos del sistema deciden que matar pobres es bueno para crecer, la élite del Reino recibe la información esa misma noche y empieza a matar pobres al día siguiente. Es cierto que a veces se retrasan, pero sólo porque tienen muchas vacaciones y el asunto les pilla en pleno disfrute de nuestro espléndido clima, nuestra fantástica gastronomía y nuestros soberbios y legendarios paisajes y conjuntos históricos.

El futuro lleva varias décadas de rodaje, y un par de atropellos que aún no hemos sentido del todo, aunque las ruedas delanteras ya nos hayan pasado por encima. Esta semana se publicaba un informe sobre los efectos de las desigualdades sociales en la capital británica; según el London Health Observatory, los habitantes de los barrios ricos viven 25 años más que los habitantes de los barrios pobres, y la diferencia es cada vez mayor. Hay bastantes ejemplos sobre el porvenir que, según algunos, resulta tan difícil de calcular. Pero, si les interesa, resten a 25 los 4 de diferencia que había en Madrid en el año 2010. ¿Saben qué es el futuro? 21. Decidan entonces si se van a dejar matar tranquilamente o van a hacer algo al respecto.


Madrid, abril.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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