Breve · 13 de mayo de 2011

Es una nota breve en una columna de breves, aunque ahora se llamen de otra forma con la excusa del formato tecnológico. Dice así: «El Ayuntamiento [de Lorca] está estudiando la manera de realizar un censo de la población, dado que ha detectado que a los campamentos acuden personas de otros pueblos en busca de comida y un sitio donde dormir».

A estas horas de la madrugada, no he conseguido encontrar una ampliación de la noticia; se deja caer en alguna nota de agencias y se menciona de pasada en alguna crónica hecha con retales de crónicas anteriores, pero eso es todo. Y pensándolo bien, quizás es mejor. ¿Para qué? ¿Para que acusen de inmoralidad a unos cuantos miserables que se atreven a caer tan bajo? ¿Para que feliciten a las autoridades por evitar un fraude de mantas, colchonetas y unos cientos de raciones? Si en la España del año 2011 se puede informar sin que pase nada, en un breve, como si fuera lo más irrelevante del mundo, de que hay personas que se ven obligadas a sumarse a los damnificados de un terremoto porque necesitan comida y un sitio donde dormir, esa España ya no es, ni remotamente, la nuestra.

Un príncipe pide a las víctimas que se levanten con energía. Un presidente y el líder de la oposición se llenan la boca de plurales patrióticos. Algo tienen que decir, se dirá: por supuesto. Y mientras dicen esas cosas, el verdadero nosotros nace, vive y muere en tres líneas que segundos más tarde han desaparecido de la vista y la portada.

Madrid, mayo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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