Estar · 2 de agosto de 2011

Yo que usted no saldría esta tarde, por ejemplo, a protestar. Está de vacaciones; seguramente, merecidísimas. Y si la revolución no puede esperar hasta el 15 de agosto o tal vez hasta septiembre, menuda revolución. Quédese en la piscina, en la Sierra o en casa practicando el pensamiento positivo. Desbarre políticamente contra un espejo. Cuente las nubes que pasen, que hoy serán muchas. Rásquese. Rascarse es útil. Haga como siempre.

Sin embargo, mientras decide qué calle ni qué narices con tanto derecho como el que más, porque no se puede ir todos los días, porque quién pelea todos los días, porque agosto o porque no, en fin, sopese si es verdad que la ciudad está de vacaciones. Es más importante de lo que parece. Según los medios, atravesados de especiales de verano, lo está. Según los medios, treinta, cuarenta o cincuenta son cien si en treinta, cuarenta o cincuenta están los jefes de los medios, los que financian los medios, los que viven de los medios y los que se engañan con los medios. Pero no es cierto, no son cien. La ciudad excluida sigue aquí. La que no se puede ir de vacaciones. La que finge, humillada, por vergüenza, asqueada, harta, quizás delante de usted, que sigue en Madrid en julio y agosto porque Madrid está preciosa en julio y agosto.

Y está preciosa. Quién lo puede negar, quién con sus cinco sentidos o dos, uno, los que toquen. Pero usted ya lo sabe. Así que rásquese. Hable de cultura con sus ingles y de pasión con una cerveza. Recuerde que, por no haber, en un mundo de vacaciones no hay ni explotados ni esclavos; y que si hay, que luchen ellos, como si fueran ellos los que tienen tiempo y energías. Dicen que la pobreza impide ser. Falso. La pobreza impide, sobre todo, estar.

Madrid, agosto.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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