Bochorno · 9 de agosto de 2015

La pintada de los anarcas es un pareado sin contemplaciones: «Fuego al Ayuntamiento/ con vosotros dentro». Han elegido la fachada de una librería y abajo, bien visible, han puesto su A grandota en el círculo de rigor. Pero va la gente de la librería y grita ¡El lobo! ¡El lobo! ¡Los nazis nos quieren pegar!. Imagínese. La típica y tradicional comunión nazianarquista. Y qué lenguaje, Virgen de los Pavores. ¿Dónde se ha visto que un anarca pinte esas cosas? Además, se empieza por un pareado indecoroso y se acaba en las drogas duras, el terrorismo, el arrancamiento de alas a las moscas, el BDSM, el café sin azúcar, las guindillas, un leñazo en el centro del espejito mágico o, no lo quiero ni pensar —tratándose para más inri de libreros— en la mayoría de los escritores, músicos, pintores, escultores y etcétera razonablemente subversivos de la historia, que habrían pintado consignas bastante más ofensivas y no mucho más literarias. Ahora bien, ¿lo saben? Pongamos que sí y que no se acuerdan o que sí y que no lo ven, como en el asombroso y espeluznante caso de la camiseta con dictador, todo el mundo gruñe que te gruñe y ni siquiera vieron la hembra medio desnuda con censored en los ojos que estaba a su lado, ocupando la mitad de la imagen. La prensa dijo es un dictador, concepto más sencillo que la verdad, hay un dictador; y, como sólo tienen ojos para la prensa, pues eso. La vista se jode cuando no se ejercita. La vista se pierde cuando se regala a un intermediario. Y peor que la vista, la cultura; porque, ¿cuánta cultura le falta a unos ojos cuanto el dueño de los ojos mete por ejemplo a José María Pemán entre los grandes de las letras? Y, anécdotas al margen, ¿cuánta vida —es decir, cuánta cultura de base— le falta al predicador que escribe los discursos de un líder cuando mezcla Star Wars y el monstruo de las galletas con lo que determina la vida o la muerte de millones de personas, el trabajo? Lo de Pemán no es nada. Todos somos profundamente ignorantes en casi todo. Pero este bochorno veraniego, que pilla a medio país jactándose en público de playas y montañas mientras el otro medio se hunde en la exclusión, no trae un chiste sobre excepciones a la norma: trae la norma entera, más esperpéntica que nunca o, discúlpenme, que nunquita.



Madrid, agosto.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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