Epistolar · 2 de diciembre de 2015

    Habla así, con voz velada,
    leve, pronta, de folio que roza un brazo,
    pero es mejor que la mía —sin mi rabia, y la transcribo—,
    para contar de las cartas que hay que enviar a los presos:
    Que ojos miran, atención, antes de que las lean,
    que ven también entre líneas y que te pueden seguir,
    no dejes nunca más seña que el necesario remite,
    no esperes nunca, no ofrezcas
    lo ficticio, lo inviable,
    tú estás fuera y ellos dentro, tú estás lejos y ellas dentro,
    y a veces frente al vacío
    sólo palabras.



    Madrid, diciembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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