Exagerar y mentir · 8 de diciembre de 2010

Al chaval que está contra la pared lo han detenido porque tiene el pelo largo y aspecto de chico de barrio, es decir, de nuestros barrios, de los que hacen ciudad, porque el alma de Madrid nace en Carabanchel, en Vallecas, en Villaverde, en Centro. Desgraciadamente, los que hacen la política del país no entienden mucho de almas; viven en sus paraísos y sólo pisan la calle para trasladarse a otros paraísos, así que ordenan a la policía que moleste a todo lo que se salga de su patrón o ponga en peligro su ética, que es estética de tontos pastel por fuera y matanza por dentro. Hasta aquí, la normalidad. Pero estamos en diciembre del año 2010, no en 1980; y muy cerca de Sol, no en Portazgo.

Durante una temporada, los de uniforme dejaron en paz a los jovencitos que no iban vestidos de boda cutre o chunda-chunda cultureta y se concentraron en otro grupo, los negros. Los paraban (los siguen parando) en cualquier sitio, a cualquier hora, como culpables a priori del delito de inmigración ilegal. Después, la caza se extendió a individuos de aspecto vagamente moro o vagamente rumano, lo cual es un problema porque la mitad de los españoles tienen un aspecto vagamente moro o vagamente rumano. A continuación, se amplió a individuos con pinta andina y a gente bajita sin pinta andina pero con lorzas tercermundistas o trazas de alimentación tercermundista. Y mejor dejamos el asunto de los aeropuertos, donde la campaña de disuasión contra el efecto llamada significa que se puede detener, retener durante días y expulsar a cualquiera que proceda de determinados países.

Pero eso también está cambiando. La policía del Gobierno, la nacional, ya no se limita a perseguir a los inmigrantes y a amenazar a los testigos, sobre todo si tienen una cámara y no son de un gran periódico; a medida que aumenta la exclusión, avivan el objetivo clasista de siempre y reviven la España posfranquista, como bien sabemos los que en aquella época tuvimos ocasión de ser cacheados, golpeados y detenidos ilegalmente por motivos similares. Sólo hay una diferencia: entonces había alguna izquierda dispuesta a partirse la cara; abogados, sindicalistas, activistas capaces de sacar la realidad de las catacumbas y mostrársela a quien no quiere o no puede ver. Hoy, casi todos callan. Y como callan, nada de esto es real. No ocurre. No sucede. Ese chaval no está contra la pared. Los que vivimos abajo no hacemos otra cosa que exagerar y mentir.

Madrid, diciembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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