Definición de fracaso · 24 de octubre de 2012

El hombre sale del Congreso. Es el presidente del Consejo de Ministros del rey, pero desestima la puerta principal, elige la trasera y desaparece por calles estrechas, amparado en la noche. No hay muchos caminos posibles; todos, menos uno, terminan en vallas metálicas y todos, incluido el menos uno, están vigilados por la policía. Arriba, en lo alto del edificio que despide la fuga presidencial, Minerva da coherencia al relato en calidad de diosa de las técnicas militares; a fin de cuentas, es una retirada; la maniobra más difícil, según Clausewitz.

Entre tanto, el Ejército que cerca el Congreso por un solo punto, Neptuno, se pone en marcha, enfila la calle del «fénix de los ingenios y monstruo de la naturaleza» y descubre que los antidisturbios han cortado la salida por León. La vanguardia se detiene, da media vuelta y baja. La retaguardia sigue subiendo un poco. Superado el desconcierto de los momentos posteriores, tres mil de los cinco mil manifestantes desandan lo andado y el resto, se va. Ya son varias horas en la calle. Sin contar el enfado por la imprevisión del paseo.

El #23O no se ganará un sitio en la historia de las movilizaciones sociales; pero cuando cinco mil personas se bastan para mantener el asedio en su segunda acepción, la de importunar sin descanso, es que el símbolo de esas cinco mil personas representa a millones hasta en su peor día. Algunos comprenden el potencial del símbolo y volverán a Neptuno el #27O; otros, se quedarán sentados con todas sus razones. Adivinen de quién huye el presidente y definan, después, qué es un fracaso.

Madrid, octubre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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