Una nota rápida · 25 de abril de 2013

Reconozco que no me lo esperaba. La fama confunde; el poder confunde y, por supuesto, nada confunde más que vivir bien lejos de la realidad de los desheredados. Al contrario de lo que se suele afirmar, el dinero no quema a tantos como el éxito; un buen día, se convierten en tipos que se hicieron a sí mismos y ya no hay argumento ni hechos contrastables que valgan. Tienen el mundo en la cabeza, como Fraga. Son el mundo. Y si su negocio consiste en agitar la bandera de la liberación, pueden hacer más daño que el peor de los opresores.

Ahora bien, no hay borrachera de éxito que justifique el espectáculo de este día. Escolar, Ugarte, Almeida y otros como ellos han abusado del sufrimiento y de las esperanzas de la gente de forma perfectamente arbitraria, sólo porque una movilización concreta, el 25A, no encaja en sus planes. Han insinuado que es un montaje policial, que se convoca para ocultar la cifra del paro y que está al servicio de los intereses del Gobierno, insultándonos y criminalizándonos a todos los que participamos en su desarrollo o en su ejecución.

Como decía hace unas horas, el asedio real del 25A era y es el «asedio a la pasividad y a la ingenuidad política». No eran simples palabras. Tengo el honor de conocer a algunas de las personas que han dedicado su tiempo, su trabajo y su escaso dinero a una convocatoria de la que no sacan nada salvo el peligro de terminar golpeados, detenidos y, quizás, juzgados. Puede que se equivoquen; pero si se equivocan, será escupiendo hacia arriba y no hacia abajo, como los Escolar, Ugarte y Almeida.

Madrid, abril.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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