Hilos ocultos · 17 de mayo de 2011

A las cinco de la madrugada, la policía nacional desalojó a los ciudadanos que acampaban en Madrid. La historia es corta; el Ayuntamiento del Partido Popular pidió socorro a la delegada del Gobierno del Partido Socialista, que se apresuró a ejecutar su concepto conjunto de la democracia. Y creen que eso es todo. No hay nada que la represión y unas cuantas mentiras bien distribuidas no puedan curar. Mientras salen del error con lo primero, pasemos a las segundas:

Se ha dicho que el 15M y las acampadas posteriores dividen a la izquierda. Ahora resulta que la izquierda se dividió el domingo pasado o que un porcentaje creciente de la población española dejó de sentirse representada por los partidos y sindicatos de esa izquierda el domingo pasado. No es la primera vez que se demuestran incapaces de interpretar la realidad, pero en esta ocasión no se van a librar con su táctica de dar tiempo al tiempo y esperar que la energía se disipe. El 15M es la representación de una crisis política terminal. Se puede afrontar ahora o se puede dejar para otro siglo. Cuanto más se retrase, peor será para la izquierda y para el país.

Se ha dicho que el 15M es poco más que una algarada con componentes nihilistas. Hay que ver lo que pueden llegar a decir unos individuos que se tienen por progresistas, comprometidos e inteligentes. Ya ni siquiera reconocen el viejo acuerdo de mínimos que se establece entre gentes de procedencias distintas cuando luchan por un interés común. Como no nos convocaron sus partidos, somos nihilistas. Como no nos pueden controlar, somos nihilistas. Incluso hay quien opina, disimulando el paternalismo, que todo consiste en quitarse las medallas para bajar a hablar con esos jovenzuelos. Pero el nihilismo, en calidad de negación de la ética política y social, no es nuestra bandera; es la de los partidos tradicionales.

Se ha dicho que el 15M fue una muestra poco representativa de la población española y sin más base que Internet. Como afirmaba un amigo, el 15M sacó más gente a la calle que las movilizaciones del 1º de Mayo. Es una comparación buena: movilizar a decenas de miles de personas nunca ha sido un secreto cuando se tienen organizaciones con recursos, acceso a los grandes medios de comunicación y muchos autobuses; hasta el PSOE, si se empeñaba, podía llenar una plaza de toros. Pero aquí sólo hay comunicación entre los ciudadanos. No hay hilos ocultos. La gente que salió a la calle el 15M y que acampa todavía hoy en nuestras plazas, es más representativa de la población que los juegos mediáticos de profesionales de la protesta donde cien son siempre mil y cien mil, dos millones.

La izquierda política y los sindicatos mayoritarios deberían dejar de buscar fantasmas en Democracia real, ya, No les votes y Juventud sin futuro, entre otros, y empezar a escuchar la voz de una España que se manifiesta por su propio interés e iniciativa. Qué han hecho y qué han dejado de hacer para que les demos la espalda. Ni la respuesta es tan difícil ni ellos están tan sordos. Será que no quieren escuchar.

Madrid, mayo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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