La Luna · 22 de mayo de 2011

Seguro que todos lo conocen: «Sé realista, pide lo imposible», que sin tanta envergadura vendría a ser «pide poco y te darán menos». Es un hecho especialmente obvio cuando se trata con instituciones que han demostrado mil veces y de mil formas distintas que no están dispuestas a admitir reformas sustanciales y que sus promesas no son dignas de confianza. Pero a estas horas del domingo, cuando todavía no se han cerrado los colegios electorales, ya hay quien presiona para que el M15M se corte las alas.

Según un compañero, se trata de «evitar que este movimiento que ha tomado Sol se estrelle por querer pedir la Luna». La Luna, siempre tan distante. Y es verdad, no sería la primera vez que a alguien le roban los zapatos por estar en la Luna; pero es un riesgo bastante más admisible que perder toda la ropa y hasta el cielo por mirarse los zapatos. ¿Significa eso que no se deban plantear propuestas concretas? En absoluto. ¿Significa eso que no se pueda ir poco a poco? Ni mucho menos. Pedir la Luna no está reñido con conseguir unos cordones resistentes; pedir la Luna es la única forma de conseguirlos. Para empezar.

Ahora bien, las palabras son tan engañosas como nuestro satélite. Hay que bajar a la tierra para saber de qué se está hablando y que propone cada uno; en este caso, las propuestas son las siguientes: Reforma de la ley electoral, ley de transparencia y acceso a la función pública, referéndum sobre el rescate de la banca y reforma de la ley de financiación de partidos y de la ley de la función pública. En mi opinión, una reforma imprescindible, dos leyes necesarias y un referéndum simbólico de efectos políticos simbólicos. Pero, ¿en qué cambiaría la vida de la gente si la mayoría del Parlamento los aprobara? Con cinco millones de desempleados, cientos de miles al borde del desahucio y un mercado inmobiliario que es el origen del fracaso de la economía española y la negación del derecho a la vivienda, empezar las reivindicaciones con leyes de transparencia y de función pública sería la forma más rápida de destrozar el M15M.

Todos tenemos derecho a opinar y a equivocarnos, por supuesto. Y es fundamental que las cosas se digan en voz alta para que se puedan debatir. Pero la diferencia entre el realismo político y el capricho político es ostensible. La gente no ha salido a la calle por ninguna de esas propuestas; ni siquiera por el cambio de la ley electoral, que es condición sine qua non para una reforma política de alcance. La gente ha salido a la calle porque quieren vivir, porque necesitan una casa, porque les gustaría llegar a fin de mes, porque tienen derecho a un futuro. Ésa es la Luna que pedimos.


Madrid, mayo.



También pubicado en Letras de Chile.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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