Fiesta nacional · 1 de agosto de 2011

Es un esfuerzo poco habitual en un Gobierno del Reino; tanto por el momento, a caballo de julio y agosto, como por las instituciones que participan: la Casa Real y los ministerios de Cultura, Sanidad, Medio Ambiente, Asuntos Exteriores y Defensa bajo coordinación del Ministerio de Presidencia, según se informa en una nota del antiguo diario independiente de la mañana. El objetivo declarado, digno de elogio, es dar a conocer «el patrimonio histórico, cultural y social común» de los españoles; el objetivo sin vestiduras, convertir el 12 de Octubre, día de la Fiesta Nacional, en algo con menos gritos de la extrema derecha y más parecido a la Noche en Blanco.

No es verdad que el 12 de Octubre sea una celebración franquista; como tantos símbolos de nuestra historia, el franquismo tomó una celebración preexistente y le dio contenido propio. Es la normalidad de los símbolos y de las palabras: ganan y pierden significados y llegan a ser una cosa y hasta su contraria en virtud del contexto, la época, etc. Se puede discutir, y mucho, la fecha elegida; la historia de España está llena de fechas más apropiadas para la intención. El 19 de marzo, por ejemplo, fecha de la promulgación de la Constitución de 1812, de la que estamos a punto de celebrar el bicentenario. Pero ése no es el problema.

Por mucho que se cambie el protocolo y el lenguaje para adaptarlos a los tiempos; por muchos museos que abran ese día y por muy lejos del barrio de Salamanca que se lleve el desfile de las FF.AA., el 12 de Octubre seguirá manchado por el simple y puro hecho de ser la celebración no de España, sino del Reino de España. Si se hubiera elegido el Día de los Inocentes, sería lo mismo. No hay ni puede haber fecha válida para una Fiesta Nacional porque los españoles no pudieron ni pueden elegir el marco absoluto de su sistema político. Nos impusieron una monarquía y aquí sigue, perfectamente ajena a la democracia.

Hasta donde tengo entendido, hay cuestiones que todavía escapan al alcance de los gobiernos y al de las élites económicas que los determinan; entre ellas, una crucial para el caso: no deciden sobre nuestra forma de sentir. Pueden presionar y pueden insistir una y otra vez desde el sistema educativo y los grandes medios para crear sentimientos que sirvan a tal o cual planteamiento político, pero en última instancia es decisión de cada uno. Si en treinta y seis años de propaganda monárquica no han conseguido que la Fiesta Nacional sea de todos, no es porque el 12 de Octubre tenga plomo en las alas; es porque la República sigue viva en nuestro corazón.

Madrid, agosto.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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