Tan agradable · 22 de agosto de 2011

Son un grupo de chavales, todos italianos. Llegan a un bar de Postigo de San Martín y preguntan si hay sitio. Mientras el camarero les busca el sitio, los chavales forman en media luna de espaldas al Monasterio de las Descalzas y empiezan a cantar. Suena bien. Tiene ritmo. Y alegría. Casi dan ganas de levantarse y sumarse a ellos. Todo es tan positivo, tan agradable, tan esperanzador. Pero el grupo de chavales positivos, agradables y esperanzadores forman parte de una de las sectas más reaccionarias y agresivas de la Iglesia católica. Son la espada y la cruz de ayer, escondidas tras rostros juveniles con expresión de no haber roto un plato.

Hoy, los propios y ajenos del Camino Neocatecumenal han llenado el centro de Madrid gracias a nuestras instituciones, que de repente están encantadas de potenciar el fundamentalismo si el fundamentalismo toma copas y compra en El Corte Inglés. Casi es mejor que nos callemos. ¿Que hablan contra la libertad sexual, contra el divorcio, contra el aborto, contra los homosexuales, contra la igualdad de hombres y mujeres y contra la separación de la Iglesia y el Estado? Sí, pero ese capricho sólo se concede, de momento, a las sectas católicas. Podría ser peor. El régimen podría romper la discriminación que ejerce contra el resto de las religiones e invitar también a los fundamentalistas protestantes, budistas, sintoístas, ortodoxos e islámicos.

Poco a poco, se van viendo las costuras del mundo que nos preparan. En el proceso de destrucción del Estado del bienestar se necesita algo más que actuar por fases, sin prisas, para que la gente se acostumbre; se necesita dañar la base cultural de la democracia; se necesita menos educación y menos conciencia de los derechos civiles; se necesitan ignorantes. Y, como el nacionalismo no está de moda (salvo el imperial), tiran de otros trucos: Dios, por ejemplo, que vuelve a Europa para subvertir Roma por segunda vez. ¿Lo conseguirán? No. Pero si se acercan, será porque otro grupo de chavales positivos, agradables y esperanzadores, los antiguos socialistas, se han pasado en bloque a Constantino.

Madrid, agosto.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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