Sobre la prensa · 8 de septiembre de 2011

1. El diario Público anuncia un expediente de regulación de empleo que afecta a 39 personas, el 20% de su plantilla. Antes que Público fueron, entre otros, La Vanguardia, El Mundo, ABC y por supuesto Prisa, editora de El País, que este verano despedía a 2.500 trabajadores mientras triplicaba las retribuciones de los miembros de su Consejo de Administración. La prensa escrita está en crisis, se dice desde hace ya unos cuantos años; el modelo de negocios está en crisis. Lo único que probablemente no está en crisis, salarios de ejecutivos aparte, es el servicio político que presta: tiene el mismo tamaño, el que tiene que ser en cada contexto.

2. Bajo el Marca, en la barra de un café, asoma un titular de Cinco Días: «El 70% de los empleados desconfía de su empresa y de su jefe». Cuando se aparta el papel de la mayor burbuja futbolística de todas, se descubre que 1) 7 de cada 10 trabajadores consideran que su empresa se pasa la legislación laboral por el refajo y 2) 6 de cada 10 creen que su jefe no es digno de confianza. Tratándose de trabajadores por cuenta ajena, casi es un panorama esperanzador. Pero en la selva de los autónomos no cabe ni la ironía. Nunca olvidaré cómo terminó mi experiencia como columnista del gran medio que abre este artículo: el entonces jefe de Internacional me llamó para comunicarme que se cambiaba el formato de las columnas y que, desde ese momento, encargarían menos textos pero más largos. Me estaba despidiendo, por supuesto. Ayer lo despidieron a él.

3. La otra prensa escrita, la independiente, sobre todo de Internet, sabe bastante más de problemas de financiación. El cuello de botella sigue estando donde estaba. Si tenemos mejor información es esencialmente por los blogs de millones de ciudadanos y por las interrelaciones que generan. Y entre los blogs, naciendo y muriendo, una miríada de publicaciones añaden otro tipo de cemento que no suele fraguar en lo económico pero fragua siempre, en términos de influencia, si se gana el respeto de los lectores y hace algo tan viejo y tan seguro como ofrecer contenidos de calidad. La Insignia, amiga de algunos de los que estamos aquí, se cerró hace dos años. Hoy es una biblioteca pública, de horario ininterrumpido. Sus creadores dejaron de hablar; las obras, no.

Madrid, septiembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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