El centro del problema · 13 de septiembre de 2011

Ésta vez no le ha tocado a José Blanco, sino a Beatriz Corredor, secretaria de Vivienda. En otra demostración de elegancia, su Gobierno la envía de gira por Europa para vender pisos. Sonreirá junto a los banqueros y los promotores, se hará fotografías y colocará unos cuantos chalets mientras subraya, enfatiza, recalca y reitera que el aval del Estado a la banca está fuera de duda. Así ha terminado el cambio de modelo productivo que anunciaba Zapatero en sus ratos de ocio.

Entre tanto, este martes se supo que el Gobierno prepara una orden ministerial de lo más interesante: anima a los bancos a cobrar a los clientes por su asesoría, legaliza el uso de seguros frente a la subida de los tipos de interés y legitima las cláusulas de suelo, denunciadas sistemáticamente ante los tribunales porque impiden que las hipotecas se revisen a la baja en función del Euribor y porque, en muchos casos, se incluían en los contratos sin informar a los clientes. Como decía un portavoz de Adicae, que representa a miles de ciudadanos en una demanda colectiva contra la práctica totalidad de las instituciones financieras, «el Banco de España y el Ministerio de Economía cada vez se comportan más como una patronal bancaria».

Es lo de siempre, envuelto en las monsergas de siempre y escondido tan mal como siempre. Alguien tiene que cubrir el agujero de ladrillo de la banca, y ese alguien es el Estado. Lo hace de mil maneras distintas, desde bajarles el IVA del 8 al 4% en pleno agosto, hasta avalarles noventa mil millones de euros en deudas. Además, el ladrillo español es bastante más ladrillo que español. Cuando hace un par de años se establecían comparaciones entre España y Alemania y se mencionaba que nuestros socios europeos desconocían la burbuja, se olvidaba añadir que la desconocían en su país, porque el capital alemán se redirigía a la especulación inmobiliaria en España; a esas cosas se refiere el eufemismo de que somos «demasiado grandes» para caer.

En el 15M damos mucha importancia a factores políticos que no siempre lo merecen; es normal y desde luego necesario que nos manifestemos contra la reforma de la Constitución, pero nuestro objetivo real debería estar en el porqué de la reforma; los mercados no se vuelven contra España por nuestra deuda pública, sino porque el Estado avala la deuda privada y el agujero de los bancos españoles, que en su mayor parte es de ladrillo. Al impedir desahucios como el de Victoria Sanz en Malasaña, hacemos algo más que salvar vidas y asumir un imperativo ético: atacamos el centro del problema.

Madrid, septiembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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