Por ellos · 7 de marzo de 2012

Fue un secreto a gritos, que sólo se rompía por unas cuantas personas comprometidas y unas cuantas organizaciones minoritarias: España es un Estado policial. Sin disimulo. Porque no se necesita disimulo cuando la mayoría de la población está dormida por unos medios que callan lo importante y derivan la rabia hacia la resignación, el miedo y la protesta sin filo. Así se puede hacer cualquier cosa. Destruir la democracia, por ejemplo. O perseguir a miles de personas inocentes.

Cada año, según el SUP, la policía realiza varios millones de identificaciones en todo el país. En Madrid, sólo en el año 2009, 450.000. En general, de inmigrantes. Con acusaciones de atentado y resistencia a la autoridad que, también en general, «son cometidos por personas que se niegan a identificarse porque ya se les ha solicitado la documentación en numerosas ocasiones, en fechas inmediatas y sin justificación». Un escándalo, dice el SUP. Y está muy bien que el SUP lo diga y que lo llame por su nombre. Aunque ya sabemos lo que va a pasar: que volverá a ser un secreto a gritos. Así lo quieren los franquistas que usurpan el Gobierno y los socialdemócratas que lo malgastaron antes. Es, fue, orden suya.

Nosotros, ciudadanos españoles, tenemos derecho a seguir en la inopia hasta que los inquilinos de La Moncloa y la Zarzuela nos devuelvan al siglo XIX; en el peor de los casos, nos habrán concedido la excusa que necesitamos para aplicarles los métodos del siglo XIX. Pero no tenemos derecho a cerrar los ojos y callar ante la persecución sistemática de miles de inocentes que ni siquiera se pueden parapetar tras el miserable DNI de esta miserable monarquía. Si no somos capaces de alzarnos por nosotros, alcémonos por ellos.

Madrid, marzo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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