Definiciones · 5 de diciembre de 2013

Y lo dicen, no os quepa duda. Que si los números están más o menos donde estaban y esos números se refieren a la pobreza, es que la pobreza no ha crecido. O no ha crecido sustancialmente. O bueno, una cosilla. Y allá que van los números, cantando que la sentina siempre es el mismo porcentaje del barco. Sentina: «cavidad inferior de la nave que está sobre la quilla y en la que se reúnen las aguas que se filtran por los costados y la cubierta». Antes de Trafalgar, durante Trafalgar, después de Trafalgar. El porcentaje de la sentina es el mismo con el buque sin una gota de agua, con el buque medio hundido y con el buque en el fondo del océano.

Mirad si será fácil que la cosa es como sigue: para ser pobre en Madrid, los números de hace tres años debían decir que los ingresos por año eran inferiores a 7.845,6 unidades; para serlo hoy, en una ciudad más dura y por supuesto más cara, sólo deben decir 7.345,6. Los atentos sabéis dónde está el truco. Estos números no miden la pobreza; estos números nunca tuvieron intención de medir la pobreza; estos números se limitan a medir cuántas personas tienen ingresos bajos en relación con el conjunto, de manera que, si el conjunto es más rico, la definición de pobre es más cara y, si el conjunto es más pobre, la definición es más barata. Cuánto más pobre sea el conjunto, más pobre tendrá que ser el pobre para que se le reconozca pobre. En la práctica, la sentina es la sentina.

Sí, hay otros sistemas, números que miden realmente la pobreza y que no aparecen tanto en los medios. Y es que sentina también tiene una segunda acepción: «lugar lleno de inmundicias». Antes de Trafalgar, durante Trafalgar, después de Trafalgar. En un mundo donde la gente no sabía leer ni escribir, analfabeto era quien no sabía leer ni escribir; ahora que sabemos leer y escribir, la definición de analfabeto tendría que ser distinta, pero no es. La inmundicia mediática, que se pone sentina con los pobres para que no le salgan más, se pone sentina con la cultura para que nos creamos cultos. Y el barco se hunde. Y la tripulación, glups, glups.


Madrid, diciembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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