Un poco más · 26 de mayo de 2014

Lo he dicho muchas veces; también ayer, en jornada electoral, pensando en una mujer nicaragüense y en dos compañeros que están en la cárcel en calidad de preventivos, es decir, la calidad que en general se reserva a los pobres: no me creo nada de una izquierda que abandona a su gente y es incapaz de romper la baraja. Las religiones no son lo mío. Parafraseando a Alberti, yo era ateo y lo que he visto me ha hecho dos ateos. Pero la lucha —que siempre empieza en la calle, incluida esta calle de la palabra— no se detiene porque lo político se cruce de brazos.

De esa lucha, que pasa por la PAH, el 15M, el 25S, los movimientos contra la represión, la causa contra la impunidad de los crímenes del franquismo, las ocupaciones, algunas mareas y hasta un sector desgraciadamente marginal de la cultura, nace el impulso que este 25 de mayo ha convertido a Podemos en la cuarta fuerza política del país y la tercera de mi ciudad. No insinúo con ello que exista una relación estructural de ninguna clase. No hay tal cosa. Por experiencia, me atrevo a afirmar que un sector importante de los que se arriesgan día tras día, en condiciones muy difíciles, ni siquiera han pasado por las urnas. Pero, hicieran lo que hicieran, el impulso es suyo y el mayor acierto de Podemos, que desde luego ha hecho un gran trabajo, consiste precisamente en haber entendido su mensaje.

Mis amigos de Podemos saben que no tuvieron mi voto; anoche les decía que, para que vuelva a confiar en un partido de la izquierda estatal, tendrá que demostrar que lo merece. Y espero que lo merezcan, porque son los primeros que se atreven a reclamar el espacio que faltaba, el que la vieja izquierda ha rechazado una y otra vez. En ese sentido, no me podría sentir más representado por su organización ni más feliz por su éxito. Han hecho posible lo que tantos hemos pedido durante años. Ahora hay fuerza para desequilibrar la balanza. Con un poco más de inteligencia y de coraje y un poco más de generosidad, seremos República.

Madrid, mayo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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