El doblón · 30 de diciembre de 2015

    De pie, de noche, fumando un cigarrillo
    de calle como en puerto, con viento Norte
    estamos de pie, de noche, y entonces llega un tipo
    tres cuartos gris, cuero falso:
    «¿Tienes...?» —cara enjuta, castigada
    y sigue la frase hasta el momento bolsa—-
    así que digo «tengo» con mi acento que es el suyo,
    nos hemos caído bien, pero no le doy mi única moneda
    porque nos hayamos caído bien.

    «¡Un doblón!», grita, como salido de La isla del tesoro,
    ¿quién te iba a decir que al cabo de los cabos
    parecerías salido de La isla del tesoro?
    y le falta poco para llamarme John con la gratitud sarcástica de un camarada.

    Mi doblón es, por supuesto, casi toda mi fortuna
    y el casi sobrante mi casaca, chupa vieja, perdido algún remache
    que hace tripulación con su tres cuartos
    con nuestra cara, nuestro acento, nuestra edad,
    seguro que crecimos desde los mismos libros,
    no tengo yo, de espalda al viento Norte, duda alguna
    y no la tiene él cuando la obsequia
    en calle como puerto
    con un asentimiento de otra vida.

    Le estrecho la mano y sus ojos se humedecen,
    ¿qué hace falta para que los ojos de un hombre se humedezcan
    sólo porque un desconocido se despide?
    Maldito el mundo y sus preguntas retóricas.


    Madrid, diciembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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