De Madrid, pero no menos · 17 de septiembre de 2008
1. Un periódico de ámbito nacional publica en portada que Alberto Ruiz Gallardón, alcalde de Madrid, ha ordenado la peatonalización de Fuencarral entre Gran Vía y Hernán Cortés. Medida insuficiente, medida tardía y no obstante motivo de satisfacción para cualquier amante de esta ciudad, que como todas las grandes ciudades (y no adjetivo por el tamaño) es de quien la quiera. Pero España mantiene una buena horda de ensimismados, que hoy se escondían tras el disfraz de las formas: qué me importa a mí, si soy de no sé dónde, lo que hagan en la capital –berrea uno. ¡Que arrastren la noticia al suplemento de su comunidad! –brama el otro. Y los que queremos saber de las cosas de Madrid, Barcelona, Granada, Gijón, Valencia, Cáceres, Salamanca, etc., nos tenemos que joder porque, por lo visto, la información local no debe salir de la provincia ni aunque afecte al patrimonio artístico, que aquí es un casco histórico, de todos. Hay quien lleva el subdesarrollo en el alma.
2. La Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales y el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona nos traen a la Plaza de Colón (Teatro Fernán Gómez) una exposición recomendable: En transición, sobre la lucha de la sociedad civil contra la dictadura. Algunos tenían tanto miedo de que se explicara nuestra historia que sólo ahora, en el siglo XXI, renace desde el caballo de Lorca y el de Alberti. Cuando España ardió en la primera página de la II Guerra Mundial, su voz calló para el mundo con cientos de miles de muertos y otros tantos de exiliados. Pero volvió después de 1939, primero poco a poco, clandestina, y luego deprisa y en voz alta. En 1975, Franco ya llevaba muchos años en el fondo de la Cruz de los Caídos. Lo había matado la lucha sindical de las Comisiones Obreras, las Asociaciones de Vecinos, los estudiantes. Y nosotros, la generación de los que entonces éramos niños, íbamos a ser los primeros españoles libres desde la II República.
3. Mairit, Magerit, Magrit, Madrid: por su significado original, fuente o curso de agua, ciudad de agua. Fundada en el siglo IX por orden de cierto emir de Córdoba que era el hijo de un grande, Abderramán II, poeta, científico, y según se cuenta, mujeriego perdido. Desde Atocha hasta la Sierra, no hay prácticamente un palmo de subsuelo que no esté atravesado por corrientes, para desesperación de los ingenieros; quien mire el Manzanares, el domesticado Jarama, el Henares, se llevará una impresión falsa: nuestros ríos son como la procesión en el refrán, que no van por fuera sino por dentro. Y eso es justo lo que la señora Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad Autónoma, pretende privatizar. El agua, lo que nos da nombre. Seguramente la mejor de Europa desde que 1858 nos acercó el Lozoya a San Bernardo y demostró, Canal de Isabel II mediante, que el Estado puede y debe ser el gestor más eficaz. Esperemos que la izquierda política esté a la altura y responda como se debe.
Madrid, 17 de septiembre.
— Jesús Gómez Gutiérrez
La Tierra es una cárcel / Amor (lógicamente) absurdo