El triunfo del cliché · 10 de junio de 2008

En términos políticos, las generalizaciones sirven para marear la perdiz. Alejan los problemas reales, dificultan su comprensión o distorsionan los hechos de tal forma que al final se habla de cualquier cosa menos de lo que se tiene que hablar. Es lo que ocurre con la agricultura y los subsidios. Según un discurso de moda, los segundos distorsionan el comercio y sobre todo aumentan el hambre y la desnutrición en los países pobres. Y a veces es cierto. A veces.

En América Latina están algunas de las principales potencias agrícolas del mundo: Argentina, Brasil y México. Si la producción fuera síntoma de igualdad social, las despensas de argentinos, brasileños y mexicanos serían un lujo; pero ni lo son ni la producción tiene relación necesaria, a partir de cierto punto, con el bienestar. En el caso propuesto, todo depende de lo que hagan los gobiernos con los beneficios de un modelo hiperintensivo y destinado a la exportación; en otros, de factores tan diametralmente distintos como distintas son las economías de los países latinoamericanos.

Al final, la apelación a los subsidios se ha convertido en otro de esos clichés que inundan el lenguaje en tiempos de crisis. Qué tipo de subsidios, en qué circunstancias, a qué productos, de qué países en concreto estamos hablando. Si no se especifica, no se dice nada. Ni podemos pasar a problemas más graves que las trampas competitivas de tal o cual gobierno.


Aparecido originalmente en el diario Público, de España.
Madrid, 7 de junio.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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