Compás de espera · 18 de junio de 2008
La conferencia bianual de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), celebrada esta semana en Santo Domingo, llega en un momento complicado para la región. No sólo por la caída del crecimiento, que podría descender a los niveles del año 2003, sino por la pasividad ante un problema que explica en parte el dato anterior y cuyo origen es de carácter especulativo: los precios del petróleo. Un regalo para productores como Venezuela, México y Brasil, y una condena, especialmente grave en Centroamérica, para los demás.
En el capítulo de los consejos, la CEPAL recomienda subsidios para ayudar a los sectores vulnerables y cautela con el truco de subir los tipos de interés para controlar la inflación. Pero el alcance de esas medidas es limitado. Más allá de los defectos estructurales de cada país, nos enfrentamos a problemas internacionales que exigen respuestas internacionales. Y es ahí donde la comisión de la ONU ha rescatado una idea interesante, oculta bajo el eufemismo de «mecanismos innovadores de crecimento»: la creación de impuestos globales.
La propuesta concreta, destinada a recaudar 250.000 millones de euros para ayuda al desarrollo, es poco ambiciosa; el transfondo, en cambio, despierta preguntas necesarias. Porque no es la globalización, sino la desregulación de los mercados, lo que nos amenaza. Cuando la propia UE aprueba la directiva de las 65 horas, que destruye el pacto social y ético de Europa, haríamos bien en preocuparnos.
Publicado originalmente en el diario Público, de España.
Madrid, 14 de junio.
— Jesús Gómez Gutiérrez
Buenos días, Sísifo / En voz alta