Un movimiento de caras nuevas · 4 de agosto de 2011

Despacio, por el calor y porque aún es pronto, los que han estado en la asamblea de Benavente toman la calle Atocha. En teoría, falta media hora para que empiece la manifestación; en la práctica, ninguna manifestación empieza a su hora. Pero quizás por la cuesta abajo, muy pronunciada, o porque este movimiento anda sobrado de ganas y energía, el despacio se vuelve deprisa y los veinte minutos de paseo se hacen en diez.

En determinado momento de esos diez minutos, un muro de hombres y mujeres por encima de los sesenta nos frenan a los que venimos detrás. No les fallan las piernas; es que están hablando. Uno habla de sus hijos, todos en paro; otro, del sueldo que no le alcanza; otra, de esta pena de país y la última, de la vida que fue, de lo que alguna vez pensó que sería y de lo que ha terminado por ser. Hablan con pasión, con la confianza de los amigos, y de vez en cuando añaden una desesperación tan bien filtrada por el sarcasmo que su narración suena casi trivial, como si no tuviera importancia.

A la mujer la reconozco. Es extraño, porque el 15M es un movimiento de caras nuevas. Estaba ayer en Montera, minutos antes de las ocho, y la volví a ver en Carretas algo después de la medianoche. En principio, eso significa que a sus sesenta y muchos años de edad, nos acompañó un mínimo de cuatro horas por todo Madrid. Pero aquí está, dispuesta a repetir la experiencia. Y por su aspecto, parece bastante más descansada y más animada que yo, veinte años más joven. Incluso al hablar de su vida, de una vida difícil, de una vida de abajo, le brillan los ojos. Se gira hacia sus amigos, nos ofrece el perfil a los de atrás y le brillan los ojos.

En la prensa del miércoles, aparecía un artículo sobre la ausencia de la palabra izquierda en el M15M; lo encontré en el blog del ex director del diario Público, quien por cierto, y muy en su línea, aprovechó la jornada del 2 de agosto para hacer un paréntesis en sus vacaciones, ningunear totalmente las protestas y volver a cargar contra los autónomos en Twitter. Ah, las palabras. Cuánto preocupan las palabras cuando no se tiene nada que decir. Porque la dicotomía izquierda-derecha es necesaria para catalogar lo más o menos progresista, pero se queda vacía cuando no responde a las contraposiciones reales: explotadores y explotados, ricos y pobres, tener y no tener.

Antes decía que el 15M es un movimiento de caras nuevas. Las caras que no se veían nunca en los actos de esa izquierda moribunda, que ya había olvidado el conflicto real. Las caras de los jóvenes, que no se manifestaban porque nadie defendía sus intereses. Las caras de los mayores, que no se manifestaban porque habían perdido la esperanza. Caras como las de esa mujer, que ha desaparecido entre la multitud, frente al Botánico, dispuesta a seguir hoy y a seguir mañana, al mediodía, desde la Plaza de Oriente. ¿Que en el 15M no hay izquierda? El 15M es la revolución, es el nuevo republicanismo, una enmienda a la totalidad. Y cuando las izquierdas del mundo viejo nos atacan, se contestan solas: si no se reconocen en nosotros, son derechas.

Madrid, 3 de agosto.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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