Peores que Alfonso XIII · 10 de octubre de 2013

¿Todos los ciudadanos deben ser iguales ante la ley? Es una pregunta sencilla, ante la que algunos responden, más o menos, lo siguiente: que se decida en referéndum. ¿Todos los ciudadanos deben tener, sin distinción, derecho a igual protección de la ley? Es otra pregunta sencilla, ante la que algunos responden, efectivamente: que se decida en referéndum. Por si no se han reconocido ya, añado que esas dos preguntas son una afirmación taxativa en el artículo 7 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: «Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley». No es materia abierta a debate. Del mismo modo en que los ciudadanos no pueden elegir la esclavitud de otros, tampoco pueden elegir que uno de ellos burle el concepto de igualdad.

Por desgracia, los derechos humanos son un juguete que el poder desmonta y vuelve a montar a su antojo. No creo que sea necesario argumentar al respecto. Pero nadie en su sano juicio diría que se puede crear una sociedad nueva, más democrática y más participativa, a partir del desprecio del artículo 7 de la Declaración o incluso del 21: «Toda persona tiene derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país». ¿Estamos de acuerdo? Porque, si lo estamos, alguien debería explicar cómo es posible que cada vez que se pregunta sobre la forma de Gobierno, haya organizaciones presuntamente progresistas y presuntamente comprometidas con un cambio que respondan: que se decida en referéndum. En su ignorancia, olvidan que la monarquía es un atentado contra la igualdad ante la ley, es decir, un delito contra la Declaración de los Derechos Humanos.

Sólo hay una forma de conseguir que una monarquía respete los artículos 7 y 21 y que, en consecuencia, pase a ser una opción democrática y sujeta a posible referéndum: que no sea hereditaria, sino electiva; que el rey se elija en los mismos plazos que cualquier otro cargo de Gobierno y que cualquier persona se pueda presentar al cargo de rey. Pero esa forma tiene un nombre, y no es monarquía. Se llama República. De ahí que los hombres y mujeres de los que hablaba ayer no cometieran el disparate intelectual de pedir un referéndum en 1931. Sabían que la igualdad ante la ley y la libertad no son materia de debate. Hasta el propio monarca de entonces lo aceptó e hizo las maletas tras el triunfo republicano en las elecciones municipales del 12 de abril. Por lo visto, algunos de los supuestos progresistas de hoy son peores que Alfonso XIII.

Madrid, octubre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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