Sector · 23 de octubre de 2017

Aquí no hay política, ni una gota; tampoco literatura, aunque —como verán— sólo hay literatura. Es un mensaje en una botella, que lanzo al agua por si llega a alguna costa uno de estos años y sirve de advertencia o divertimento a alguien.

La lista que tengo ante mí explica bastantes cosas de mi sector; son quinientos ochenta y ocho libros en distintos formatos y ediciones, casi todos en papel. La saqué hace un par de semanas, y me quedé perplejo. No sé los demás, pero yo no llevo la cuenta de lo que hago: levantarte, preparar la comida, ducharte, preparar café, ir al servicio, tomar café, limpiar cacharros, ir al servicio, tomar café, escribir, tomar café, traducir, tomar café, traducir, tomar café, etcétera. Para mí, la pregunta «¿cuántos cafés te has tomado en veinticinco años?» no es menos ridícula que la pregunta «¿cuántos libros has traducido en veinticinco años?»; pero, cuando terminé la lista —tirando de ISBN—, tenía la respuesta de la segunda: quinientos ochenta y ocho. Sí, es cierto, hay dos o tres al alimón. Sí, es verdad, tendría que descontar reediciones. Sí, por supuesto, tendría que sumar las negrerías y otras aventuras de corsario y bucanero. No, qué más da, dejémoslo en 588 novelas y colecciones de relatos.

Huelga decir que no saqué la lista por vicio. La vida se está poniendo más difícil de la cuenta y, como mi adicción al café implica comprar café, decidí comprobar cuánto me correspondería en calidad de derechos de «gestión colectiva obligatoria», porque los otros derechos -royalties en inglés, regalías en castellano- no me han dado nunca ni una moneda. Maldita la hora: 88 euros por 588 libros, como si hubieran quitado el cinco de «por el culo te la hinco» para hacerlo más gracioso. No está mal, ¿eh? Cero de antes y ochenta y ocho de ahora, ochenta y ocho. Mi perplejidad, que para entonces ya se empezaba a convertir en cansancio, se ahorró la gama habitual de tacos y frases peyorativas y se quedó a solas con la vieja certeza de estar en un mundo absolutamente absurdo. Si me hubiera dado por recoger cartones en lugar de llenar papeles. Si hubiera un récord mundial de traductores literarios. Si hubiera al menos algún tipo de reconocimiento. Si me hubiera dado por recoger cartones, COÑO.

Cuando piensen en la cultura, recuerden ese 588 de autobús de extrarradio que, por mi parte, intentaré olvidar como olvido el resto: cientos de traducciones técnicas y periodísticas, docenas de artículos en grandes medios, todo el trabajo de autor, nada en suma. Me gustó, eso sí, la oportunidad de comparar los títulos y ver qué palabras se repiten más, qué palabras se repiten menos, qué palabras deberían tener más presencia y qué palabras están lamentablemente sobrevaloradas. Eso estuvo bien. Y ahora, si no les importa, me voy a reír.


Madrid, octubre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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