No señora · 11 de octubre de 2020

No señora, me veo diciendo (sin coma entre el no y el señora); esto será todo lo indignante que usted quiera, pero no puede afirmar que no tiene ni pies ni cabeza, porque lo tiene: es un monigote, es decir, una figura ridícula «hecha de trapo o cosa semejante», según el diccionario (en el caso propuesto, de cosa semejante). Cuestión distinta es que los responsables políticos no deberían dedicarse a la fabricación de monigotes (si eso es lo que quería decir, estamos de acuerdo) y que, de verse en la necesidad o inclinación imperiosa de fabricarlos, no deberían venderlos como medidas políticas (porque medidas-medidas, lo que se dice medidas, no son). Es importante que lo aclaremos. Las cosas sin pies ni cabeza carecen de lógica o fundamento, y no están intentando colocarle un berrido en boca de una hormiga (¿entiende la metáfora?), sino un monigote tan alto, tan gordo y de pies y cabeza tan descomunales que no deje ver nada más. Siempre les han gustado esas artimañas (líbreme mi sombra de llamarlo excepción), y tendría que tener suavizante en las venas para no acordarse de sus padres, sus madres, sus crías y sus mascotas (en mis ratos libres, yo invento insultos), pero no se quede corta en su justísimo cabreo. No, no es que usted quisiera una solución y se hayan hecho los locos; es que le han vendido un monigote (que encima se cae cada diez segundos y mata más gente que el problema original). No señora, me veo diciendo (sin coma entre el no y el señora). Después, cierro los ojos y hago almohada con la ventanilla del vagón.



Madrid, octubre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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