Invectiva · 4 de enero de 2021

Así que os indigna. Excelente. Me refiero al suceso de Nochevieja, el de la dama de la CAM que proyectó una rojigualda enorme en la Puerta del Sol para que saliera en todos los canales de TV mientras os zampabais las doce uvas. Cómo no os va a indignar, si la reacción no os la restriega porque sea la enseña oficial de estos tiempos, sino por lo que significa históricamente. Abre su bocaza y llama «bandera de España» a la bandera de la monarquía, jactándose de su triunfo. Lo grita, lo canta y lo susurra, inmensamente satisfecha. «¡Bandera de España!». Y acto seguido, todos los medios del país, empezando por todos los medios que se dicen progresistas, repiten «bandera de España» y afianzan el discurso, los objetivos y la base emocional de la reacción.

Pero esperad un poco. Vosotros no os indignáis por eso. Vosotros no salís nunca a decir: «bandera monárquica» para puntualizar las cosas y pararles los pies. Vosotros dais por buena la trampa de la reacción, hasta el punto de mirar mal a los que afirmamos que la «bandera de España» es la bandera de la República. Y no vengáis con el cuento de que todos sois apátridas, anarquistas de verdad o independentistas —los que tienen banderas o desbanderas al margen— ni con la ridiculez infantil de que unas gentes que no dais para comprender el poder y los símbolos de una aldea sois ciudadanos del mundo. ¿El mundo? ¿Qué puede saber del mundo quien no sabe de su propia casa? Vosotros os indignáis porque os escuece que la reacción se divierta y juegue en público con una verdad incómoda que no sabéis o queréis reconocer: que la rojigualda es suya, que el Reino es suyo y que, como no tenéis inteligencia para imaginar, pensar y hacer otro país, no os queda más remedio que tragar con la bandera y el Reino de la descojonada reacción, muy consciente de vuestra urticaria.

Yo me lo miraría; en particular, los que vais por ahí diciendo que queréis cambiar el sistema cuando ni siquiera sois capaces de cambiar una frase y mantener el cambio, es decir, de romper una costumbre y adoptar otra. Decir «bandera monárquica» no implica someter a los gigantes financieros, acabar con el capitalismo o reventar la dictadura cultural de los medios, sino algo tan fácil como poner un adjetivo en lugar de una preposición y un nombre. Tres palabras, nada más; tres simples palabras que ninguneáis cobardemente por miedo a ser distintos, por ignorancia supina o por pura vagancia intelectual, en demostración de que no tenéis nada de lo que hay que tener para cambiar nada, como no sea de chiripa. Pero el mundo es una máquina más grande, con ruedas que giran en cualquier caso. Cuidado con la cabeza.

Madrid, enero.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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