Todo ser humano con cerebro · 6 de agosto de 2008

1. Nació en Venecia en 1696 y falleció en Madrid en 1770, tras dedicar los últimos años de su vida a pintar los frescos del Palacio de Oriente. Se llamaba Giambattista Tiépolo. Y tres siglos más tarde, uno de sus cuadros se ha colado en los periódicos por el culto a la esfera: una teta. La que mostraba doña Verdad en una reproducción de La verdad desvelada por el tiempo, que al gabinete de prensa de Silvio Berlusconi le pareció ofensiva y decidió tapar.

2. Mientras se apagan las risas (y las palabras duras) a cuenta del sacristán italiano, me pregunto si la pijoprogresía tendría tanto sentido del humor y de la crítica en otros casos. Porque la corrección política, que en la derecha es cinismo puro, en la izquierda es ignorancia: la de unos bobos que renunciarían a cualquier cosa, incluido el desnudo en la pintura, con tal de quedar bien. ¿Qué diferencia hay entre un clásico y un moderno? Que los nuevos inquisidores llaman pornografía a lo del siglo XXI y arte a lo que llegue hasta el XIX. Así tienen una frontera segura entre lo bueno y lo malo, lo aceptable y lo inaceptable, lo moral y lo inmoral. Con el pequeño defecto del siglo XX, por supuesto, que no saben si es de ayer o es de hoy.

3. Hace siete años gané una apuesta gracias a una obra que precisamente se publicó por primera vez en la localidad natal de Tiépolo. Consistía en enviar un fragmento por correo electrónico, sin ninguna explicación, a varios personajes de los que viven del cuento genérico y antropológico. Como imaginaba, y para asombro de mi contraparte, todos lo consideraron indecente. El autor en cuestión es Francisco Delicado (1475-1535), y la obra, otra de las joyas secretas de nuestra literatura, La lozana andaluza (*).

4. (No, estimados J., C. y N., el premio a la tontería no se lo llevan los receptores de la misiva, ni la ulema de cierta Secretaría de la Mujer a quien ahora llamo C3PO, ni el comunista que por tildar de indignas a las putas terminó defendiendo el lema de Auschwitz, Arbeit macht frei. El premio se lo ganó, allá por el 2006, otro tipejo de la izquierda alternativa que escribió a la redacción de La Insignia para advertir sobre el peligro de que nos creyeran, más coincidencias, nazis. ¿Qué habíamos hecho? Reproducir el prefacio de Los hundidos y los salvados, de Primo Levi. Hay que ser burro: lo que se exige para ser dirigente.)

5. Termino. Hoy me espera el tercer disfrute de una película muy recomendable, Tropa de élite (José Padilha, 2007). En determinado momento, el protagonista critica la conducta de un subordinado futuro, Matías, por confundir las cosas y no saber distinguir el arriba del abajo. A quién no le gusta estar con chicas ricas y bienintencionadas, ironiza; acceder a una realidad limpia, de camisas blancas, donde impera el buen rollo y los hijos de papá leen a Foucault. ¿A quién no? A todo ser humano con cerebro.


Madrid, 6 de agosto.

(*) Los desconocedores lo tienen fácil: vayan a una librería. Y si son de los que prefieren ahorrarse el gasto en ojos, pueden hacer como que saben tras la lectura, por ejemplo, del recordatorio que escribía Juan Goytisolo el pasado domingo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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