Definición de sorpresa · 8 de enero de 2009

El hombre recibe un regalo; lo recibe en el día de recibir regalos, a la hora convenida para recibir y entregar regalos y de manos de un familiar directo que, por su parte, está previsiblemente donde tiene que estar y ha comprado ese objeto y no otro porque él, el hombre, así se lo ha pedido. Son poco más de las dos de la tarde, como debía de ser; en un día con sol invernal que luego será de nieve, como cabía esperar. No hay, ni en el proceso de entrega con cierto bullicio ni en los agradecimientos, besos, abrazos, en fin, un solo cabo suelto.

Cuando abre el paquete, el hombre encuentra el libro; en la edición indicada y hasta del precio indicado (sin la etiqueta. El familiar directo cuida esos detalles): son las aventuras de un cura bajito de cara «redonda y obtusa como un budín de Norfolk» y ojos vacíos «como el mar del Norte». Pero aun siendo todo tan sabido que calma lo redundante, lo cual vale para el contexto y para el regalo encargado, esperado y leído mil veces con anterioridad, la realidad ya ha empujado la lógica hacia el asombro, el juego y, naturalmente, la sorpresa. Cómo no, si son Los relatos del padre Brown; y su autor, G. K. Chesterton.

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— Jesús Gómez Gutiérrez


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