A punto del 30 · 29 de enero de 2009

1) Mientras consultaba los beneficios netos de la banca en el 2008, me he acordado de una noticia que encontré hace un par de días y cuyo titular me llamó la atención: La mayoría de la gente no sabe cómo caminan los perros. Con ello no se ponía en duda que sepamos si van hacia delante o hacia atrás; no se planteaba la posibilidad de que desconozcamos el origen del movimiento o el propio carácter del movimiento en la máquina de huesos, músculos y tendones llamada pata y, por último, tampoco se apelaba a la estética del caminar, cuestión más propia de caballos cartujanos: se refería única y exclusivamente a la secuencia del paso, por lo que el titular correcto debería haber sido, en mi opinión, La mayoría de la gente lo sabe casi todo sobre los perros. Pero eso es historia natural, no economía.

2) El señor T., hijo de padres relativamente acomodados, con menos propiedades que contactos y más contactos que verdadero talento, siguió la tradición familiar por el camino que explica la frase anterior, es decir, lamer mucho, callar más, meter mano con discreción y parecer siempre, por el tipo de coto donde cazaban, grandes rebeldes. Su mayor fracaso, si queremos creer que no somos hormigas, es ser exactamente lo que debía ser y serlo de la más obediente y gris de las formas. Su mayor éxito, demostrar que un buen clan, bien integrado, mueve montañas (tanto más cuanto más pobre sea la estructura cultural de una sociedad. Y cantó la sibila: Ex nihilo nihil fit).

3) Fue lady Catherine Herbert, viuda del conde de Dunmore, quien en 1846 pidió a los tejedores de la isla de Harris que elaboraran el tartán de su familia política, los Murray, de un modo que al parecer debe su nombre actual a la equivocación de un comerciante londinense, quien confundió la palabra twill (sarga) con cierto río escocés llamado Tweed. La sagacidad de la primera dio origen a la industria de uno de los mejores tejidos que se conocen, el Harris tweed, cuya única representación en mis armarios, hasta la fecha, ha sido una chaqueta de color ámbar que me regalaron en 1985. Todavía me arrepiento de haberla tirado en la última mudanza. Estaba raída y me quedaba un poco grande, pero ganaba en elegancia a las demás, abrigaba hasta el punto de hacer innecesario el abrigo y, sobre todo, no pesaba. Define amor.

4) La casa es blanca, de dos alturas y dividida en cuatro pisos: dos abajo y dos arriba, con un portal verde y una inclinación general que en ese punto en concreto, el más alto de la barriada, resulta casi imperceptible. Con los patios de atrás, forma un cuadrado; y si bajamos la vista y miramos al patio de la derecha, veremos a un chaval que ese momento abre una caja de herramientas, elige entre varios destornilladores, llaves, alicates y martillos y empieza a desmontar el tanque con el que ha llegado el día treinta del mes primero desde que Numa Pompilio, segundo rey de Roma, dijo que necesitábamos doce. Tiene que sacarle las tripas, aprender su funcionamiento; es el proceso habitual. Feliz cumpleaños, te digo; no sabes la que te va a caer.

Madrid, 29 de enero.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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