Puertos · 20 de septiembre de 2009

1. Entre la multitud del café distingo cinco caras que en otro tiempo habría llamado amigas y hoy, como no se me ocurre otra cosa, llamaré simplemente estatuas. Son muy particulares: de cartón, de corcho y cartón, contrachapada, aglomerada y, por último, una de piedra tan real como entonces, aunque cubierta de ramas en las que el verde se ha convertido en un ocre quebradizo. He dudado. He pensado entrar, acercarme, fingir que en sus miradas queda alguna claridad.

2. A pocos metros, la Plaza del Dos de Mayo alberga un concierto más admisible que el de Plaza de España. Es La noche en blanco, y como la gratuidad de los museos, los teatros y los espectáculos más conocidos no tiene espacio para todos, media ciudad deambula por el centro y hasta abarrota las sesiones de cine japonés en la Plaza de Oriente. Mis recomendaciones, a posteriori, son éstas: Del Nuevo Mundo a la Luna, en el Museo Naval, que incluía pasaje por la escalinata de ese edificio extraordinario que es el Cuartel General de la Armada; y muy cerca del barrio donde crecí, en la Nave de Motores de Pacífico, La máquina del arte: visita a los antiguos motores del Metro de Madrid. Barcos, trenes. De niños caminábamos hasta Portazgo y bajábamos a los andenes como ladrones a un puerto, con nuestro lenguaje de germanías. Eso, el puerto, la aventura, es lo que le falta a este principio de siglo.

3. Si es por espectáculos, me quedo con el de la tarde en Montera, entre Jardines y Caballero de Gracia. Por motivos que no termino de entender, hay un sector de turistas que sólo se quedan en lugares donde hay no más turistas, sino únicamente turistas. Antes de que empezara el sarao de la Red de San Luis, Telefónica y Fuencarral, alrededor de tres docenas de ellos ocupaban alrededor de tres docenas de sillas en una terraza; todos miraban lo mismo, porque algunas de las putas de la zona, viendo el negocio a mano, se han cambiado muy despacio de medias. Ha sido inteligente, elegante y, cómo son los imposibles, oportuno.

4. Piso primero, de dos balcones abiertos de par en par: En uno, tres chicos intentan alcanzar con cumplidos y brazos a la ocupante del otro, morena de camiseta blanca que los desestima, inclina la cabeza y dedica un encantada, una sonrisa y sus ojos al yo que pasa por debajo en ese momento. Pero el Barça nos ha ganado 5-2.

Madrid, septiembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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