Sierra norte · 6 de abril de 2010

1. Tarde y calor en Madrid, que desaparece al sur; crepúsculo y casi frío en Buitrago del Lozoya, cuyo recinto amurallado, sin gente, sin un mal chucho de los que juegan o descansan en tantos lienzos, tiene un aspecto fantasmal. La edad contemporánea no ha sido muy justa con la antigua Litabrum, conquistada por Cayo Flaminio en el año 190 a.n.e.; lo que hoy se ve es lo que no destruyeron las tropas de Napoleón durante los días posteriores a la batalla de Somosierra y lo que no arrasaron los fascistas durante el capítulo de la II Guerra Mundial que en España llamamos, con humor sobrevenido al lapsus linguae, guerra civil.

2. El 18 de julio de 1936, siglo y cuarto después de que Napoleón durmiera aquí, tuviera su Cuartel General aquí y diera excusa a la quinta novela de los Episodios nacionales de Galdós, una columna de sublevados tomó el túnel de ferrocarril de Somosierra para asegurar el paso de las tropas de Mola. Un testigo, peón caminero de profesión, dio parte en Buitrago, cuyo alcalde era de Izquierda Republicana. Tras los combates sucesivos, la Brigada 13 de Galán detuvo la ofensiva a quinientos metros del pueblo; a partir de entonces, la artillería franquista y la aviación alemana se dedicaron a extirpar lo más hiriente de todo, que no son las vidas, fácilmente eliminables en el durante y en el después, sino la memoria, es decir, las piedras. Más tarde, el Ejército Republicano los hizo retroceder hasta una línea situada entre Robregordo y Paredes, pero el daño estaba hecho. Cuando terminó la guerra, Buitrago fue excluida del Programa de Regiones Devastadas. Sólo reconstruyeron la iglesia.

3. Una cigüeña sobrevuela el Museo Picasso y se aleja hacia las cinco antenas parabólicas de la Estación de Seguimiento de Satélites. En pocos minutos, las aguas del embalse de Puentes Viejas, profundas, claras, de aspecto gélido, serán más oscuras que el firmamento y dejarán de reflejar el bosque de la orilla opuesta y las murallas. Vacío y silencio abajo, vacío y silencio arriba; más o menos, la misma coherencia que se establece entre los principios de evolución que dan vueltas al planeta azul y el contenido del museo: la colección de dibujos, cerámicas, carteles, fotografías, libros y otros objetos que el pintor de Málaga regaló a su barbero, Eugenio Arias, natural de Buitrago, también republicano y también exiliado, durante los años que pasó en Vallauris.

4. La mañana no tiene nubes. La carretera no tiene tráfico. El sol explica toda la Sierra Norte, salvada de la especulación inmobiliaria por su carácter de sierra pobre, y todo el Valle Alto del Lozoya, que recorremos. Rebollos, encinas, fresnos, álamos, pocos pinos; invierno en las cumbres que dan a Segovia y primavera en las del sur. Apenas hay tiempo para una parada corta en Pinilla del Valle, lugar de agua, tejas y esas puertas grandes, muy castellanas, que siempre me recuerdan el portalón gris, desvencijado y claveteado de tachones de otro republicano, éste abuelo mío. Horas después, ya en Madrid, los pasos llevan al mirador de la muralla árabe, frente al que un murciélago gira y gira en brusco homenaje al círculo. Si se cerraran los ojos, quedaría la brisa y un rumor vago desde Mayor, Bailén y la Cuesta de la Vega; como no se cierran, la ciudad vuelve.

Madrid, 4-5 de abril.

Malasaña en pruebas / Letras de Chile.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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