Místicos · 16 de agosto de 2011

Es una colección de personajes casi siempre extraña y a veces estrambótica. Hay de todo, pero todo en la gama de vainilla y nata, tanto en los atuendos, amarillos, blancos, pastel, azules de boy scouts, como en la forma de estar y de mirar. Como esto es Madrid, capital, metrópoli y no precisamente blanda, parecen más guiris que el común de los guiris. Sólo pasan desapercibidos en las terrazas, de noche, cuando las rubitas anglosajonas de camisetas de algodón se sientan con los rubitos anglosajones de pelo corto. Entonces, Dios deja la JMJ y vuelve a la entrepierna, el único rincón del cuerpo humano que conoce la divinidad. Y entre manos que rozan y dedos que buscan, algunos, por fin urbanos, se ponen ecuménicos.

Anoche, en el runrún del Metro, una pareja se desgajó de un racimo de rubitos del Tea Party. Se alejaron tres o cuatro pasos, no más, hasta la frontera con los habitantes de Madrid. La última persona de su mundo era una mujer de cincuenta y pocos años, bien conservada, con falda de tubo por encima de las rodillas y una camiseta sin mangas, de escote máximo, crucifijo, dos gotas de sudor. Cuando la pareja se detuvo junto a ella y pasó al magreo, la mujer los miró y se secó el sudor del pecho con la mano abierta. Hay miradas que matan, dicen. Y dicen bien. Así que la pareja retrocedió y volvió al racimo, del que de vez en cuando se desgajaban otras parejas que chocaban con la misma mujer o con el sacerdote del lado opuesto.

Hay muchas formas de ver esta semana de fiesta fundamentalista. Por mi parte, el coste de la fiesta me parece lo de menos; quizás sea cierto que, al final, los turistas de Dios se dejarán tanto dinero en whisky y vino como los turistas del Orgullo Gay. El coste inadmisible es la rendición del Estado, que discrimina a los ateos, a los creyentes del resto de las religiones y a los propios cristianos de base, opuestos al sátrapa que salió de las juventudes hitlerianas. Pero eso es política; mañana, día 17, tendremos ocasión de reiterar al Estado lo que pensamos de él. Entre tanto, Madrid se levanta una liga y saca la carta que corresponde: calor, sol, tensión, calor, sol, místicos. Sobrevivirán a nuestro laicismo agresivo; no al «toda abrasada» de Santa Teresa.

Madrid, agosto.


— Jesús Gómez Gutiérrez


Si les gusta lo que leen


/