Explotación · 1 de mayo de 2014

La presentan como jornada festiva y alegre. Bene. Pero, mira tú, ninguna de las personas con las que hablo a lo largo de la mañana tiene fiesta ni, por lo visto, ningún motivo especial para estar contento. Hay una excepción en eso de la contentura; sale por boca del ecuatoriano —sabe de mis militancias— y del chino del segundo chino de la calle transversal, que se está comiendo un sándwich de pollo: ayer ganó el Atleti. Y aúpa Atleti que digo/dicen, muy raramente en el caso del chino. Ganó el más pobre. Caray.

Es 1 de mayo. Manifestaciones y esas cosas para los escasos trabajadores por cuenta ajena que de verdad tienen libre. Discursos, pancartas, etcétera. Para los demás es otro día de precariedad o desempleo, salvo en el caso de los subsaharianos que armonizan los dos estados por el procedimiento de ponerse en una esquina y pedir. «¿Qué pasa, tío?» —me dice uno— y otra vez la misma conversación a cuenta del Atleti. Aúpa, colega, «voy a por café y te doy el suelto.» Y le doy el suelto. No sé qué pasaría si, en mitad de una frase, introdujera un recuerdo de los mártires de Chicago. Nos despedimos, vuelvo a mi profesión y, en un descanso, escribo estas líneas.

Discúlpenme, pero el 1 de Mayo perdió la mayúscula hace tiempo y se quedó en 1 de mayo minúsculo, corriente, veinticuatro horas entre el 2 del mismo mes y el 30 de abril. George Engel, 50 años, muerto en la horca; Adolf Fischer, 30 años, muerto en la horca; Albert Parsons, 39 años, muerto en la horca; August Spies, 31 años, muerto en la horca; Louis Lingg, 22 años, condenado a morir en la horca que eligió el suicidio. No son nombres para una jornada festiva y alegre. Son nombres de combate. Son víctimas de la explotación que hoy, por supuesto, trabaja.


Madrid, mayo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


Si les gusta lo que leen


/