De las fracturas y divisiones del mundo · 9 de mayo de 2008

De todas las fracturas y divisiones del mundo, hay una que en general me importa un bledo. Y no debería, porque es clave. Pero sus protagonistas y el producto que venden me aburre tanto que mi desprecio se ha convertido, con el paso del tiempo, en defecto de tolerancia hacia los que no tienen remedio.

Busquen el origen que prefieran: la tendencia del sistema informativo (no sólo de los medios; también de la educación, la cultura, la publicidad, etc.) a expulsar la inteligencia o, simplemente, y éste es mi candidato, la tendencia de cualquier sistema a convertirse en club. Que en el caso del periodismo, no puede ser club de pobres sino de niños bien. O de pobres que quieren ser niños bien, caso frecuente. Así que al final se enciende la televisión o la radio, se abren los periódicos y saltan más pijos que en una fiesta de la prensa del corazón.

No digo esto como queja. Por mí pueden seguir con su ejercicio de buen rollito y pronunciación de la doble ese hasta que todos tengan lo que buscan, un poquito de fama, ciertas dosis de poder, una cagada de pato, tanto da. Lo digo precisamente porque de vez en cuando aparece uno de los otros y recuerda a cualquiera con sangre en las venas que nadie, ni siquiera un periodista, está obligado a ser basura: Maruja Torres, en El País. Lean la entrevista. Ninguno de los especialistas, columnistas, aficionados y militantes en los muchos problemas y causas de Oriente Próximo ha dicho jamás tanto y tan bien ni tanta verdad y con tanta soltura. Un lujo. Que se puede leer en ruta de su objetivo directo, El Líbano, o por vericuetos que dirigen a un sinfín de situaciones.

Hay algo que no cambiará nunca, en ninguna época y con ningún grado de desarrollo: todo hay que repetirlo una y otra vez porque todo se aprende y se desaprende constantemente. Si creen que sólo es cosa generacional, de los nuevos que nacen y los viejos que mueren, descrean. Además de costumbre, el olvido es una ventaja evolutiva de nuestra especie; siempre que tengamos personas dispuestas a enmemoriarnos la cara.

Pero, ¿cuáles son las fracturas y divisiones de las que hablaba al principio? Toca pista: un sistema informativo tan despegado del suelo, por interés o endogamia, que embrutece a la mitad de la población y obliga a la otra mitad a apagar las televisiones, no encender la radio, reírse de la universidad y otros antros de la cultura y no comprar, jamás, un periódico.


Madrid, 9 de mayo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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