Tal vez mañana · 26 de mayo de 2008

Eran los primeros días de los nuevos eufemismos empresariales. Todavía no habían llegado a las redacciones ni a los programas de los partidos ni a los folletos de los bancos ni a los ministros de economía de países que no pinchan ni cortan, pero por supuesto, faltaría más, ya estaban en su atril. Porque siempre hay alguien que crea, decora o transporta esa primera palabra. Y él, que crea algunas, decora muchísimas y transporta bastantes, extendió el brazo, cogió la botella de agua fría y la derramó, entera, sobre su cabeza.

Lecturas de la semana: Viaje crítico alrededor de la Puerta del Sol, de Manuel Ossorio y Bernard, clásico del costumbrismo del XIX; casi me gustó tanto como el Código de etiqueta y distinción social de Duque de Camposol, editado a principios del XX por la editorial Viuda de Juan Ortiz. La justicia de Queipo, de Francisco Espinosa; Extremadura y el occidente de Andalucía bajo un terror perfectamente resumido en consigna de la Falange: «Sólo el mando debe saber todo. Que cada uno haga, sepa y calle bien lo suyo» (FE, 5-9-1936). Y por último, un placer equiparable a un kilo de cerezas: la Relación de las cosas del mundo de Zhang Hua.

Historia de la semana: Fénix ha llegado a Marte a la 1.53 de la madrugada española, mientras yo hacía tiempo con el stellarium y echaba un vistazo a la zona de Espiga, las dos estrellas de la constelación de Virgo que sirvieron a Hiparco de Nicea, según se afirma, para descubrir la precesión de los equinoccios. Una piedra al agua, otra piedra al agua, más ondas. No es mucho ni tan rápido como sería necesario, pero mañana lo haremos mejor y hasta —con un poco de suerte— habrá menos prejuicios y menos ignorancia con lo único que puede salvarnos, el hacia fuera, a la infinidad y a la eternidad de uno de mis personajes preferidos, un tal Max que quería viajar a Júpiter.

He empezado y termino con los eufemismos por ti, hermana alta y casi tan impresionante como tu hermano que acabas de sufrir uno de esos juegos de empresas-familia. También por Caro, Mercedes, Tania y Esther, girando el mundo por dos monedas mientras otros, sin la mitad de talento ni un cuarto de corazón, ni siquiera saben mentir. Y es verdad, nos tienen jodidos. Pero dentro de poco, la mano dibujará el contorno de una sombra en el suelo y la boca dirá: «reconocería esa silueta en cualquier parte». Tal vez mañana.



Madrid, 26 de mayo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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