Sujeto, verbo y predicado · 26 de agosto de 2008

1. Sujeto, lo sé porque me lo dijo, abrió su blog con la seguridad de que sólo lo leerían los amigos y la familia. Que es tanto como decir que serían muchos o pocos, en función del número, pero en todo caso nadie porque no se es nadie en ausencia de reconocimiento colectivo (Sujeto conoce el valor simbólico de las grandes cabeceras). Lo que no esperaba, y mira que se lo dije, fue que no serían los amigos y la familia quienes lo leyeran, sino los desconocidos tanto si hablaban como si no, siempre separados por más de una cortina.

2. Si tú eres el verbo, esas dos chicas de la iglesia de San Martín son monjas. No vales para tal, quién te ha puesto ahí, qué manía de hizo esto, hizo aquello, hizo lo de más allá; cuando fue se acercó, se inclinó, lo ejecutó, por no decir se ha acercado, se ha inclinado, lo ha ejecutado, y es que podría ser una acción que perdura, qué importa si de este antes de este día o de éste de hace trescientos años; por qué ser tan torpemente definitivo con el tiempo.

3. Te puedes poner a cuatro patas y ofrecerme una subordinada, pero los predicados son el limbo; no hay muebles, las paredes están vacías, la ventana da a un espacio en blanco y la puerta de la izquierda es como la puerta por donde has entrado, que no es la puerta del mundo, la de los sonidos, los colores, las comidas del día y los cuarenta euros que cuestan, por mí que se las traguen, las zapatillas que he visto en Arenal. Sí, es verdad que al andar se llena. Sí, puede emborracharte si quieres. Sí, tal vez abra el cofre. Sin embargo, toda esa maquinaria funciona con una cosa: la pasión. Ponla y suda, hazme y haré.

4. Sujeto, verbo y predicado eran un pasquín que tiro a un contenedor al entrar en Corredera Baja. A la izquierda, viento que juega, muy poca gente, la bodega anuncia wines from Spain sobre tres dibujos de tres marcas de whisky. Me parece perfectamente bien, faltaría más. Lo cual me recuerda el Glenfidich que guardo como in extremis para estas palizas de treinta y pico mil palabras por noche. No comprendo a los que beben solos.


P.S.: Por si no has disfrutado el cuento (once y cinco en el reloj rojo, mira hacia arriba), me pongo serio: Going Underground.

Madrid, 26 de agosto.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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