El hilo · 27 de octubre de 2017

15.27 h. del viernes 27 de octubre: El Parlamento catalán, del que se han ausentado los diputados monárquicos, vota a favor de iniciar el proceso constituyente de la Republica Catalana. El Senado del Reino ha tomado la decisión de anular la autonomía y, a última hora de la tarde, mientras la Plaça Sant Jaume es una fiesta, el Consejo de Ministros de Felipe VI pone en marcha el artículo 155 de su Constitución. Por primera vez desde 1939, se hace política; un movimiento popular ha puesto fin —al menos, temporalmente— al teatro de señoritos fabricados por los medios y al juego de conflictos falsos para ocultar los conflictos reales. Pero hay ocultación: poco después de que la muy antidemocrática Cámara Alta reafirmara su fe franquista, tiró su supuesto patriotismo por la borda y aprobó otra agresión contra la soberanía popular y la justicia social, el CETA. Todo momento es útil cuando se trata de llenarse los bolsillos.

Lamentablemente, la izquierda política española está lejos de entender el proceso. Es izquierda de la restauración borbónica, y nunca ha hecho nada ni ha querido hacer nada que ponga en peligro la monarquía. Para sus miembros más derechistas, el Reino es el único marco defendible; para los más avanzados, es un mal menor en espera de un bien mayor que llegará uno de estos siglos mientras ellos mantengan las esencias discursivas entre las vacaciones de verano, las vacaciones de Navidad y las de Semana Santa. Pablo Iglesias, líder de Podemos, ataca la decisión del Parlamento catalán con el argumento de que abrir grietas en el régimen «favorece la estrategia del PP», en invitación a cruzarse de brazos y dejarse explotar. Alberto Garzón, coordinador de IU, corre a mostrarse a favor de una República Federal tras varias semanas de declaraciones ultracentralistas que, además de ofender a cualquier comunista digno, no incluían la palabra República por ninguna parte. Todo habría sido distinto si, en lugar de ser leales a las instituciones del Reino, lo hubieran sido al pueblo al que se deben y hubieran trabajado política y culturalmente por la solución: esa República que Garzón menciona in extremis, obligado por los acontecimientos. Pero no creen en ella. Todavía.

El camino que empieza hoy no se ha trazado con los trajes y las billeteras de tres burgueses catalanes, como dicen los amigos del 78 y un puñado de ciegos; se ha abierto por la inteligencia, el valor y la capacidad organizativa de miles de personas, muchas de las cuales dieron sus primeros pasos con el 15M, aquel movimiento que retomó la experiencia de los insumisos y la lucha contra la represión y se encontró con los verdaderos principios de la lucha social: apoyo mutuo, desobediencia civil, etc. Son ellos, y no el nacionalismo en sentido abstracto, los que han creado y mantenido un proceso que también daña al más peligroso de los nacionalismos peninsulares; son ellos, y no los actores de la política, los que pagan siempre con ese «martirio» del que se burlaba el director del diario.es; son ellos, y no el viejo cuento de las naciones, los que han rescatado el viento de abril. Por primera vez desde 1939, asoma el hilo de nuestra historia real. Agarradlo, y no lo soltéis esta vez.


Madrid, 27 de octubre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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