Tipos de lógica · 27 de agosto de 2008

De todo lo publicado sobre el accidente de Barajas, me parece que lo más despreciable no son las distintas demagogias, ni siquiera cuando llegan al extremo del medio y el periodista argentinos que se inventaron directamente una conversación de los pilotos. Unos quieren vender, otros buscan formas de atacar a un gobierno y los de más allá buscan formas de defender a un gobierno y quieren vender. Es el círculo perfecto. Perfectamente cerrado, digo. Y eso es lo más canallesco con diferencia. Porque nadie puede ser tan ingenuo como para creer en la responsabilidad social de las empresas; pero cabría esperar, por lo menos de nuestros medios, de los que dicen ser izquierda, menos dedicación a la lógica de sus alcantarillas y más interés por la gente.

Los hechos de Barajas son los que la investigación en curso debe determinar. Eso es obvio. Pero el contexto también lo es, incluso si en este caso no tuviera relevancia. Por ejemplo, ha bastado que los medios contemplaran el sector con apetito para que todos los días se informe de incidencias. No es que las líneas aéreas hayan extremado la seguridad, que la habrán extremado; es fundamentalmente que se está mirando adonde no se suele mirar. Más o menos lo que ocurre en todos los ámbitos, desde la construcción hasta la banca. Por si alguno lo ha olvidado, en España tenemos el récord de accidentes laborales de Europa occidental; y también tendríamos el récord de denuncias por abusos empresariales si no fuera porque el ciudadano medio todavía piensa que denunciar es perder el tiempo.

El propio Gobierno, que hasta ahora ha reaccionado bien y ha llevado bien lo que la derecha intenta convertir en arma arrojadiza, se equivoca de lógica cuando entra en el juego del periodismo amarillo y falta a la verdad. No, no se hacen inspecciones suficientes ni suficientemente intensivas en el transporte. Quizás son más aceptables, no lo dudo, que las de otros sectores; pero eso sólo confirma que en los otros sectores se vive con la ley de la selva. La desconfianza de la mayoría no nace de los tejemanejes del periódico en el que estamos pensando, ni de los púlpitos que mueven los hilos de los monigotes que a su vez mueven los hilos de otros monigotes; nace de constatar cada día que la legislación es papel mojado cuando el Estado sólo interviene a regañadientes. Y cuidado, que nuestra realidad está prendida con alfileres. Acabamos de comprobar el valor de la expresión controles exhaustivos en un sector tanto o más importante que el aéreo, el nuclear.

Dentro de unas semanas, cuando el accidente del vuelo JK5022 gane el olvido, los medios seguirán con su espectáculo y se buscarán otro patio de recreo; no harán ningún seguimiento, no contribuirán en forma alguna a mejorar el sistema. Si algo cambia, será porque este Gobierno decida que cambie, lo cual implica crecer en la lógica de la política como servicio y aumentar los recursos destinados, entre otras cosas, a las inspecciones. Pero es evidente que las posibilidades de un país como España, en una economía globalizada y con sistemas fiscales muy disminuidos por la lógica envenenada de la competencia hacia abajo, son pocas. Eso también se debe decir. Para encontrar el hilo del que hay que empezar a tirar.

Madrid, 27 de agosto.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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