Apuntes sobre Europa · 12 de septiembre de 2008

1. No lo he festejado porque el presupuesto me lo impide, pero me sumo al corte de mangas que el progreso, personificado esta semana en los físicos del CERN, le ha dedicado a la tribu de los tecnófobos. El Gran Colisionador de Hadrones (LHC) funciona. No hemos desaparecido en ningún agujero negro, no ha bajado un dios a castigarnos y la ignorancia está un poco más lejos de ganar la partida. Maravillosamente normal.

2. Es una pena que nuestros sistemas culturales no estén a la altura de nuestros conocimientos, o concretando, que insistamos en navegación del s. XIX con mares del s. XXI. Bastaría que en colegios, institutos y universidades se explicara bien la economía para que el ser humano dijera ah, bueno y arreglara la casa en dos segundos antes de marcharse a las estrellas. Pero es justo lo que no se hace. Y se me ocurre que no habría objetivo más ambicioso para esta Unión, la de Europa. Cuando hasta el último de los ciudadanos entienda por qué los seis mil millones dedicados al LHC son un negocio tan redondo para la ciencia como para nuestro propio bienestar, podremos hablar de cosas serias.

3. La crisis de la UE no es de la UE. Lo que nos pase a nosotros, hormigas de esta zona del hormiguero, no es ni más ni menos relevante que lo que les pase a aquellos; pero lo que pase con el sistema más avanzado es, tanto por lógica de equilibro como de simple y pura evolución de la especie, relevante para todos. Nosotros no podemos recorrer el camino de los demás ni vivir en nuestra carne sus errores, que serán, porque raza sólo hay una, la humana, errores de ayer; lo que sí podemos hacer (más bien, debemos) es encender el fanal y mostrar rumbos. En la crisis del PSF y el SPD hay mucho más que Francia y Alemania. A ver si nos enteramos.

4. Para avanzar no se necesita demasiada convicción ni grandes proyectos, que por cierto están, sobradamente, en nuestras señas de identidad; basta un consenso mínimo sobre lo que queremos, y sobre todo, el deseo de alcanzar al horizonte. Cada vez que alguien dice vamos demasiado deprisa, está diciendo vivan las cadenas. Porque nadie puede detener el interés y la curiosidad, consustanciales a nosotros, pero sí la razón.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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