La ley · 30 de septiembre de 2008

1. Anjem Chudhray, imán con ciudadanía británica, se sorprende del atentado de la semana pasada contra la editorial londinense Gibson Square, que ha tenido la valentía o la inteligencia de publicar una historia de amor entre Mahoma y una de sus esposas, La joya de la medina, de la escritora Sherry Jones. No se sabe por qué le sorprende. Las notas de prensa no indican si el atentado le pareció condenable, insuficiente o puramente inconveniente para los fines de su divinidad, pero el caballero afirma que 1) el islam «estipula claramente la pena capital» para los que ofendan al honor de Mahoma y 2) «los que producen material de este tipo deben ser conscientes de las consecuencias que afrontan». Lo dice aquí, en Europa, donde se supone que la ley prevé otro tipo de consecuencias, más acordes al Derecho, para los que incitan al asesinato. Pues eso.

2. Bibiana Aído, ministra de Igualdad de España, ha anunciado un programa de prevención de la violencia contra las inmigrantes y de atención a éstas. Habrá que ver hasta dónde llegan los recursos, porque la voluntad política tiene poca descendencia cuando no va acompañada de los recursos necesarios. Y estamos hablando de algo extraordinariamente grave. Según los datos de su Ministerio, el 45,8% de los crímenes machistas tienen por víctimas y asesinos a extranjeros, cifra bastante elocuente si se tiene en cuenta que la población de origen extranjero sólo es el 10% del total. También aquí se trata de aplicar la ley; para proteger a las mujeres, para demostrarles que no están solas y que tienen al Estado de su parte. Lo demás, que es cambiar costumbres, no se puede arreglar de la noche a la mañana. Pero no basta con intentarlo: hay que conseguirlo.

3. Otro Ministerio de nuestro país, esta vez el de Justicia, ha preparado una serie de decretos para que un millón y medio de nietos de exiliados puedan pedir la ciudadanía española. La noticia ya ha causado algún revuelo, porque es obvio que malamente se puede considerar español a quien no vive ni trabaja en el país y tampoco tiene más relación con éste que un nexo familiar demasiado distante. Alguien ha recordado los efectos distorsionadores de una situación parecida en cierta Comunidad Autónoma del norte, cuyo ex presidente, que fue ministro de Franco, la aprovechó en su favor. Pero mucho cuidado con lo que decimos. Son nietos de exiliados, una deuda de España con España. Si los críticos tuvieran la inteligencia y el corazón que no tienen, aplaudirían la medida.

4. La ley no suele estar presente allí. Y cuando lo está, sería mejor que no lo estuviera; hablamos de zonas donde la vida sólo vale lo que el sátrapa o cacique de turno decida. Sudán, República Democrática del Congo, Afganistán, Irak, etc. Millones y millones de civiles a expensas de los señores de la guerra, esperando que la comunidad internacional actúe. Es lo que nos recuerda el último informe de Oxfam, presentado ayer en España, que naturalmente plantea el problema de quién, cómo, cuándo se interviene. Las ONG tienden a olvidar ese detalle. En ausencia de instituciones internacionales democráticas y con mando en plaza, es decir, con poder político, económico y militar, el único bloque de países susceptible a la moral de los derechos humanos es, por supuesto, el Occidente del que proceden todas las ONG. Si queremos otra cosa, habrá que extender la idea de la corresponsabilidad y el Derecho mucho más allá de nuestras fronteras.

Madrid, 30 de septiembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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