Chungo, pero chungo · 18 de agosto de 2013

He contado 27 faltas de ortografía en cuarenta y pocos tweets, léase tuit, tuit, que viene a ser lo que hacen los pajaritos, y no he contado más porque no he seguido leyendo. A decir verdad, hasta me jode usar la terminología de una red que dentro de diez mil años, qué digo diez mil, quizás menos, llevará una nota a pie de página para que la gente sepa qué coño era un tweet, tuit, tuit, o incluso una red social. Pero somos del presente, ¿no? Viva el presente. Y ahora me pondría nostálgico y extrañaría los tiempos en los que había gente que se esforzaba por aprender y gente que se esforzaba por elevar el nivel de la gente, elevar, digo, no bajarlo por ahorrarse molestias, si no fuera porque esos tiempos son una ensoñación. No hay paraísos perdidos.

Sin embargo, he contado 27 faltas. Y teniendo en cuenta que la gran mayoría de los faltos tienen carrera o van de listos, esto es, mucho mucho más listos que la plebe, me atrevo a dar un triple salto mortal y a relacionarlas con un asunto de qué dice este individuo, se ha vuelto loco, el fracaso de los sectores laicos del mundo árabe frente a los sátrapas de siempre y los sátrapas de Dios. Bang por un lado y bang por el otro. O bang y muerto, respectivamente, aunque al revés también vale. Y en medio del bang y bang o bang y muerto (tanto si lleva aderezo imperial como si no), montones de la-la-laicos con 27 faltas de ortografía en un colegueo politiquero, narcisista, diletante, inhábil y pocas veces agudo que no sale de la pose y encaja bien en lo que en otros tiempos, estos de verdad, se llamaba basurilla pequeño burguesa. Así se las ponían a Fernando VII. De donde se deduce: Bang en Egipto y pfff en España.

Madrid, agosto.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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