Mediática · 23 de agosto de 2013

Un país lejano. Una fotografía de niños muertos. Los grandes juegan con el idioma en ese resto de Yalta y Postdam que es el Consejo de Seguridad. Que se investigue, sí; pero un 32 de diciembre. Alguien desconfía de los investigadores o de las consecuencias de la investigación. ¿Tiene motivos? Aquí, toda la inocencia se limita al eco de unos niños en cadáveres pequeños, puestos en fila, que resuena de periódico en periódico y de pantalla en pantalla.

Tras la fotografía, otro problema difícil de resolver. Obviamente, los ojos de la opinión pública no están in situ; miran a través un intermediario que en la mayoría de los casos tampoco está in situ: los medios de comunicación. Y los medios copian, recopian, re-recopian. Eligen el tamaño y la posición de la noticia y retransmiten/regeneran lo copiado. Así se inventan guerras y masacres, pero sobre todo se (in)forma con guerras y masacres indiscutiblemente reales mientras se tapan guerras y masacres indiscutiblemente reales. Al cabo de un tiempo, el proceso suma dos víctimas: la credibilidad y la confianza.

En el absurdo de la manipulación llevada al extremo, la casa de la verdad se reduce a una celda, con un letrero que dice: Convención. De determinados sectores frente a determinados sectores. Y ya no hay nada seguro. Ni lo seguro.

Madrid, agosto.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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